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viernes, 1 de noviembre de 2019

Ser árbol



Roble en Muelas de los Caballeros, Zamora. Foto MEstrada


Ser árbol

Decir que me gustan los árboles es decir bien poco. Decir que los amo ya es decir algo más. Pero lo que realmente quise decir en este poema es que quiero ser uno de ellos. ¿Cual? En general me gustan todos, pero hay dos que son mis preferidos: el roble y el almendro. El roble está insertado en el paisaje de mi niñez, ocurrida en Muelas de los Caballeros, Zamora, y al almendro lo llevo mirando y admirando desde que vine a Villajoyosa, esta tierra mediterránea donde tiene su aposento la luz. 
 
Ser árbol

Antes de que los llantos
incontenibles
de mis seres queridos
recorran por mi causa
los caminos de la amargura
y caigan como ríos
por sus mejillas desoladas
hasta mojar la tierra,
ya estaré yo fundido
en extensos abrazos con los árboles.

Ningún otro lugar
me ofrece un parabién
más oportuno y atractivo
ni unas vistas más amplias
ni una mejor respiración.

Que sepan las futuras
generaciones de los sueños,
de las aves y de las mariposas,
que ahí voy a esperar, sin prisas,
el tiempo necesario
para poder formar un bosque
de hermosos ejemplares vegetales
y de perenne humanidad.

Roble en Muelas de los Caballeros, Zamora. Foto JMPiña

Y, siendo más preciso,
quiero ser insertado
en la frondosidad
salvaje de los robles
cuando la hoja es tierna
y en la feraz exuberancia
de los almendros cuando
la desnudez florece.



Almendros en Villajoyosa. Foto M. Estrada

Pero quiero también
ser rama del otoño,
para vestirme de belleza
y de esplendor, para sembrar
los montes de colores vivos
y  recibir después
-ya en el tronco desnudo-
los callados rigores del invierno:
esos potros de nieve.

Deseo percibir en las futuras
miradas que recaigan sobre mí,
alegrías  y gozos
en lugar de lamentos y tristezas
Y que mis seres más queridos
abandonen los gestos apenados
en beneficio de las
sonrisas animosas.

Y ya cuando la pena se mitigue
y quede en la trastienda
una memoria sin dolor,
yo estaré en el principio
de mi propio deseo.

Quiero ser árbol
para poder ser bosque.
Quiero llegar al corazón
de la madera, donde está
-como alimento irrenunciable-
la procelosa fuente de la lluvia.

Y quiero, finalmente,
pertenecer a una familia
humana y vegetal,
con la vejez dorada
y los retoños trémulos.

Roble en Muelas de los Caballeros. Foto JMPiña
Del libro Poemas huérfanos (2016)

Mariano Estrada

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