José Carlos Gil, filólogo y profesor de literatura en el IES La Malladeta
Palabras de José Carlos Gil en la presentación de los libros
JIRONES
DE LA VIDA y LA MIRADA DE MARTINA, de Mariano Estrada
El acto de celebró el 20-09-2019 en el Centro Social de Villajoyosa
Bona a vesprada a totes i a tots.
Hablar de la obra literaria de Mariano creo que ya no es ajeno a ninguno de los que le conocemos, tampoco nada extraño para los que solo se han acercado a él a través de los más de veinte títulos que lleva a sus espaldas, que si no se asemejan por su dimensión física a las del aizkolari sí lo hacen por la capacidad de trabajo que han sido y son capaces de aguantar.
Aunque Mariano y yo habíamos establecido
un orden previo en la presentación de sus dos libros, yo me he tomado cierta
licencia, que entiendo no le molestará, pues después de darle alguna vuelta al
asunto creí que era mejor empezar por el final, es decir, por Jirones de la vida, y acabar por el
principio, es decir, por La mirada de
Martina. Si lo he decidido así, la causa no ha sido otra que la de dejar la
guinda del pastel para el fin de fiesta, pues creo que a todos nos pasa que
cuando nos ponen delante de las narices una comida de esas que nos hace salivar en abundancia, el instinto nos dice
que la parte mejor la guardemos para dejarla reposar no solo en la molicie de
las papilas gustativas, sino también en el fondo de la memoria.
Y por eso y aunque contravenga el consenso
al que habíamos llegado, hablaré primero de Jirones
de la vida. Un vocablo, jirón, que la RAE define así:
“Pedazo desgarrado del vestido o de otra ropa”
La metáfora es muy del gusto de nuestro
autor y aunque el término proceda del francés, esa jota tan castellana da al
conjunto de reflexiones y sentencias toda la fuerza y robustez con que Mariano
se enfrenta al mundo que habita y que lo habita.
El amor, lo humano, lo divino, la política y, como no podía ser de otro
modo, el pensamiento y la poesía son objeto aquí de vívido análisis y aguda
disección, por alguien a quien nada de este mundo le es ajeno. A lo largo y
ancho del libro va descubriendo los entresijos de una vida vivida desde la
honestidad y el compromiso con uno mismo que es un camino seguro y cierto para,
sino poseer la verdad y la justeza por entero, al menos acariciar sus orillas,
cosa nada desdeñable en estos tiempos que corren.
Al hablarnos de la crisis
nos descubre la miseria, la hediondez y
la decrepitud moral de quienes no
solamente jugaron con el dinero de otros, sino también con sus vidas:
“Creíamos
que el bienestar era poco menos que eterno. Pero el virus de la codicia se ha
llevado por delante les certezas y ha teñido de oscuridad los horizontes. Allí
donde había luz hay sombra, allí donde había calma hay desasosiego, allí donde
había seguridad hay incertidumbre y angustia. Y peor aún: allí donde había
despilfarro hay hambre.”
La corrupción aparece al desnudo, sin
tapujos, sin paños calientes. La degeneración política abarca todas sus formas
y manifestaciones a través de quienes
han comido de la sopa boba años y años y se han creído que los únicos bobos
eran aquellos que se la ofrecían, porque para el autor:
“Los
políticos no solo no persiguen la corrupción, sino que se la pasan por el forro
y se van con ella de juerga. Lo que si hacen es guardar determinados
expedientes comprometedores bajo llave, a la espera de poder utilizarlos contra
el adversario para restarle votos, quitárselo de encima o arrebatarle el poder.
Mientras la Sociedad Civil no tome conciencia de ello y la denucie con absoluta
seriedad, la corrupción gozará de muy buena salud. Y los políticos, detrás de
una cara engañosamente consternada, dramática, circunspecta, se mearán
llanamente de risa.”
Políticos como Felipe González, José María
Aznar, Zapatero, Arzalluz o Artur Mas son objeto de la mirada acerada e incisiva de un Mariano Estrada que no se deja seducir ni por
tirios ni por troyanos. Y es que, como tantas veces me ha dicho, tiene la
funesta manía de opinar sobre lo humano y lo divino, con la libertad que se
deriva de no estar adscrito a ningún credo, salvo el credo poético que practica
religiosamente y, por lo que hemos podido comprobar, hasta en exceso.
Con poetas y escritores como Pessoa,
Whitman, Borges, Miró, Unamuno, nuestro autor construye puentes que cruzan el
tiempo y el espacio para establecer diálogos de una reciedumbre que es la
prueba más evidente de la profundidad y dimensión de las múltiples lecturas que
a lo largo de los años han ido llenando el zurrón de este poeta de tierras
zamoranas que se ha dejado ablandar por
la brisa salobre del mediterráneo.
Leer estos jirones, estos pedazos de vida
que el poeta ha ido reuniendo a lo largo
de los años es una forma de adentrarnos en su pensamiento, de conocerlo a
través de la palabra, de ir descubriendo quién es este escritor que se ha
pasado más de media vida entre los versos y las escuadras, entre hojas en
blanco y cartabones y rotuladores. Este hombre singular que decidió ser un día
arquitecto técnico porque eso de la literatura era más bien cosa de bohemios, y
poco o nada productivo, pero como él mismo se ha demostrado y nos ha demostrado
a nosotros, la cabra tira al monte y es
difícil no ser lo que uno quiere y siente, porque como muy bien refleja en uno
de esos jirones:
”No se puede vivir con una losa de piedra
comprimiéndote el aliento. No se puede vivir con un martillo de hierro
golpeándote el corazón. No se puede vivir sin airear las oscuras cavernas del
espíritu.”
Y ahora sí, por fin la guinda del pastel:
LA MIRADA DE MARTINA.
En este libro Mariano se ha dejado la piel, se ha vaciado,
como dicen en el mundo del deporte, porque eso de escribir poesía para niños,
que algunos creen que es la forma más accesible y de menor dificultad para
quienes escriben poemas, es justamente todo lo contrario, pues debes estar a la
diminuta altura de tus interlocutores, debes estar preparado para arremangarte
y chapotear en el fango, para recibir algún coscorrón y salir de la brega con
algún chichón de más y algún diente de menos, debes escarbar en los rincones olvidados de la
memoria para poder llegar a entender aquello
que tú también fuiste.
A Mariano se le cae literalmente la baba
con su nieta y, si las cosas no mejoran, el que deberá llevar babi de aquí en
adelante será él y no Martina. Pensad que incluso ha tenido que guardar en un
cajón las reservas que tenía con respecto a la utilidad y necesidad de los
smartphones y está convirtiéndose
-gracias a los sabios consejos de su nieta- en un habilidoso usuario de
la tecnología 4G.
Y es que los abuelos son los padres que todos
querríamos tener: consentidores, permisivos, manirrotos y con un punto travieso
y pícaro, que nos siempre se aviene con el criterio rígido y afectadamente
circunspecto de las figuras paternas.
Como os decía no es fácil escribir para
los niños y por eso decía que aquí el poeta ha estado a la escasa altura de su
interlocutora, pero seguro que más de uno os preguntaréis por qué decidió dar
el paso, pues la verdad es que Mariano
tiene la puñetera manía de escribir, de escribir a troche y moche, de escribir
en la ducha y fuera de ella, junto a las barcas que se mecen somnolientas en el
puerto o bajo los almendros en flor, vamos que glosando al poeta Quevedo, con
los pequeños cambios de rigor, “Érase era un hombre pegado a un
bolígrafo-bolígrafo o teclado…..”
Pues
eso, que un día decidió que tenía que escribirle una carta a su nieta para
celebrar su cumpleaños y empezó con la primera, siguió con la segunda y así
hasta que la cosa se le fue de las manos y las musas, que como dice el autor en
el prólogo “siempre andan enredando”, empezaron a meter cizaña y la carta
cambió de vestido y adoptó la forma más
alegre y festiva del verso y sus cabellos fueron creciendo hasta transformarse
en una exuberante melena de rimas juguetonas y redondeadas estrofas.
El ritmo da los poemas, su aire de canción
infantil, de juego de niños, cuando los niños jugaban hace ya mucho, mucho
tiempo, de inocencia y de pureza y los diálogos, agilizan la historia, nos la
acercan, nos la hacen más viva y presente, pues no deja esta de ser una
historia de amor escrita en verso.
Y es por eso que el autor, para que el
lector supiera quién estaba al otro lado del libro tuvo el acierto de dar un
pasa atrás en algunos momentos, o hacer mutis por el foro, y darle voz a la
protagonista de esta historia de amor que no es otra que Martina y esos ojos
inocentemente escrutadores con los que mira el mundo y nos lo descubre.
A lo largo y ancho del libro van saliéndonos al paso poemas que desatan alguna sonrisa y nos hacen imaginarnos la escena de manera bien viva:
A lo largo y ancho del libro van saliéndonos al paso poemas que desatan alguna sonrisa y nos hacen imaginarnos la escena de manera bien viva:
Mi abuelo está un poco
loco
y tiene algunas manías.
Cuando rompe alguna cosa,
todas las culpas son
mías.
Pero también hay otros que nos dejan en la
retina un relente húmedo y nos hacen cerrar los ojos por un instante para que
esa incipiente humedad que nos entela la vista no pueda desbordarse y
derramarse párpados abajo:
En la casa queda
un enorme hueco,
lleno de nostalgias,
lleno de recuerdos.
Y se te hace un nudo
al pensar en ello.
Las paredes hablan
con su voz sin eco.
La familia muestra
pena y sufrimiento,
que ante ti se vuelven
corazón y besos.
Te queremos todos
con amor inmenso:
los primos y tíos,
los yayos y abuelos.
Cada uno tiene
su modo de hacerlo.
Unos con palabras,
otros en silencio.
Y estarán contigo
con amor sereno
tu mamá en la tierra,
tu papá en el cielo.
No habrá un solo día
sin que te amen ellos.
Ellos son el ancla,
tú eres el velero.
Pero también vemos al abuelo orgulloso,
como en el poema Los ojos de Martina:
Los ojos de Martina
son del color del
caramelo.
Y además de melosos son
hermosos.
¿Queréis saber por qué?
Porque lo digo yo, su
abuelo.
Y, como no podía ser de otra manera, el
adulto se torna niño que corretea por las calles y callejuelas empedradas o de
humilde tierra de su Muelas natal y se pierde por entre las sombras de
rumorosos robles centenarios o trepa a las ramas próvidas de añosos castaños,
mientras el agua canta saltarina entre las piedras que a su paso acaricia y
pacen las vacas de grandes cuernos y rosadas ubres y cacarean nerviosas las
gallinas y…
Martina descubre al fin que aquellos
cuentos de su abuelo no eran tales y que todavía existen los bosques encantados
y los burros de redondos ojos tiernos y el silencio y el canto de los grillos y…la
felicidad.
Y
aunque el tiempo quiere huir de los ojos del poeta, él se empecina en atraparlo
en los de Martina y es que no somos ni más menos que recuerdos y vivencias,
condensados aquí en poesía.
José Carlos Gil
José Carlos Gil
Villajoyosa 20-09-2019
Magnífico" Presentador". Ha hecho un buen trabajo José Carlos. Enhorabuena.
ResponderEliminarPues estamos de acuerdo: José Carlos hizo una magnífica presentación. Todos los que participaron en el acto hicieron un magnífico trabajo. Cada uno en la parte que le correspondía. Gracias
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