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viernes, 6 de marzo de 2020

La música del mar


Playa del Paraíso, Villajoyosa, Alicante

La música del mar
El Montiboli, Villajoyosa

Verano de calor, levante,
alta noche de agosto.
Es la hora del cierre para
las últimas bombillas,
los pensamientos, el ordenador
las puertas de la casa.

Al cerrar la más íntima,
se me pone en los ojos el jardín
con el deseo irrefrenable
-tal vez inoportuno-,
de contemplar la noche.

Salgo, pues, al jardín,
donde me dejo penetrar
por el silencio hondo
de la naturaleza,
que apenas contradicen
-como lejanas melodías-
los monótonos cantos de los grillos.

Conteniendo el aliento,
intento oír las bramas musicales
de esa masa sinfónica,
ese espejo sonoro
que veo desde aquí
bajo una luna pálida y mojada.

Naturalmente,
tengo clara conciencia de que
es la hora del sueño.
Pero el sueño se ha ido de mis ojos,
de pronto estimulados
por un canto hechicero y atrayente
que me anula y me arrastra y me libera.

Y es en ese momento cuando
-con mucha precipitación
y escaso disimulo-,
me encamino hacia el mar
con el explícito deseo
de dejarme mecer por sus ronquidos

Y bien que lo he logrado, tengo
todo el mar para mí. Soy suyo.

Ligero de equipaje,
y sin otra liturgia que una
completa desnudez,
vacío el pensamiento y
me dejo acariciar
por un agua apacible
que, al arrastrarse por la orilla,
me pone en los oídos esta música,
rasgada y venenosa
que, ya al salir el sol,
he traído a la cama.

Riiiiis, raaaaas….., riiiis, raaaaas….

Oyéndola me acuesto y, por primera
vez en los últimos insomnios,
he sentido la vida como celebración
y no como derrota.

Del libro Las orillas del mar (2013)

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