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martes, 24 de marzo de 2020

Los abrazos


 Foto tomada de internet sin ánimo de lucro

Los abrazos

Departamento
de reformas estructurales.
Empresa Multinacional con
beneficios consolidados
e implantación globalizada.
Convocatoria
extraordinaria de accionistas.
Asunto a dirimir:
Las distancias humanas
o la incardinación de los abrazos
en el organigrama empresarial.
Relación afectiva
de los trabajadores/oras.

Les habla el Presidente.

“Pues bien,
la situación es esta, compañeros:
Hemos abandonado los deberes
que, por humanidad, tenemos
los unos con los otros.
Por ejemplo, tenemos
el deber imperioso de abrazarnos,
para evitar la soledad
que, desgraciadamente,
conduce al desamparo.
Ya sé, ya sé, habrá quien diga
que los lazos auténticos
no deben suponer obligación
y menos imperiosa.
Pero yo estoy seguro de que sí,
de que el impedimento del abrazo
es la soberbia o el orgullo,
quizás el abandono;
de que una vez fundidas
en abrazos de generosidad,
las almas se verán
reconfortadas, rechazando
futuras ocasiones
de escindirse, desabrazarse,
volver al desencuentro...

¿No es bueno, entonces, que aspiremos
al beneficio del abrazo,
ahora que, flotando entre riquezas,
morimos de insatisfacción?

No sé, quizás en la retórica
vacía y persistente
de los abrazos por correspondencia,
se nos han olvidado los abrazos
de verdad, los que dábamos
antaño con el corazón.
Pues bien, esos son los abrazos
a los que me refiero.
Los abrazos cordiales:
esos pájaros íntimos
que tienen en el alma
su verdadera dimensión”.

Así habló el Presidente,
que no esperaba aplausos
ni felicitaciones,
pero sí una serena complacencia
del circunspecto accionariado.
En cambio, lo que tuvo
fue una rotunda imputación
de anticapitalismo,
con ribetes de apología
del mal y subversión de los valores.

¿Que cuál fue el desenlace?
Naturalmente,
los accionistas se abrazaron
con guiños de complicidad,
tras el rechazo de esa extraña
propuesta que condujo
a la destitución del Presidente
y al nombramiento de su sucesor,
un hombre que, asumiendo
el sentimiento accionarial,
ordenó castigar el embarazo
con el despido.
Así,
sin miramientos ni contemplaciones.

Los abrazos de altura
–dijo, por cuenta de los socios-
deben llevar paracaídas.
De lo contrario, son abrazos
desprotegidos que, por serlo,
producen contratiempos laborales
que dañan seriamente la productividad.
Y, en tal sentido,
Roma no paga biberones.

Mariano Estrada, del libro Poemas huérfanos (2016)

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