Rosa, en Chamonix
Ausencia… o dolor
Echada casi la suerte
miré hacia atrás y entendí
que ausencia vale por muerte
cuando la ausencia es de ti…
Del poema Mi vida contigo
Amanecí boca arriba. Abrí unos ojos helados y redondos, que
tropezaron con el cielo raso del techo. Una lágrima íntima resbaló por
las grietas de la realidad, que era cruda y dolorosa. Te busqué
desesperadamente, pero la habitación, aún oscura, ya había sido ocupada
por tu
Despertar y no verte
es sentir el horror de que te has ido.
Acostumbrar los ojos
a tanta claridad, a tanto espacio,
percibir la tristeza en el espejo,
¿no es acaso sufrir
tu ausencia insoportable
en el lado desnudo de la cama?
Al incorporarme del sueño prendí la luz del día. Miré por la ventana y
todo estaba en su sitio: el mar, los árboles, la algarabía amontonada
de las gaviotas… Entonces comprendí que había tenido un momento de
debilidad, pero la luz me devolvía a la fe y, cuando llegara la noche,
yo podría volver a cantar con esperanza, que es precisamente
Lo esencial
Hoy te quiero decir que ni el rocío
fugaz de la mañana, ni la sombra
del tilo al mediodía,
ni el reflejo del mar
bajo la luna blanca de la noche,
se han interpuesto en el camino
que me lleva hacia ti.
Nada me ha distraído de tus ojos
luminiscentes, de tus labios
mojados y entreabiertos,
de tu pecho agitado por las altas
turbulencias del corazón.
Esta es la hora, esto lo esencial.
Hoy discurre mi sangre
por arterias que van hacia tus besos.
Bajé las escaleras de la fe y me dirigí a los territorios de la
cocina, que está tres metros más baja. Tomé un café con galletas y con
dudas. Salí al jardín, el sol se estaba ocultando bajo una actualidad de
nubarrones, de cielos encapotados, de tormentas. Hasta que un rayo
gritó dentro de mí:
Me dueles
Nada le quito a mis rotundas
declaraciones amorosas
si de pronto te digo que me dueles.
Me duele la certeza
de que tus ojos no podrán ser míos,
de que tus labios
no dejarán jamás
de ser mi tentación de cada día.
Quererte tanto
es la razón insoportable
de mi dolor sin fin y sin remedio.
La noche llegó con una calma oscura. Sentí la soledad en la
conciencia y tuve miedo. Miedo de acostarme nuevamente porque sabía que
estar solo era el preludio de un amanecer con llanto.
Mariano Estrada
Los poemas pertenecen al libro Amores colaterales (2006)
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