Tomada de internet sin ánimo de lucro
Historia apócrifa de
una peseta y la profecía de Estradamus
Cuando entramos en el flamante sistema monetario que ahora
limita con el ahogo, cosa que ocurrió hace apenas dos lustros, yo escribí este
pequeño artículo que no trataba tanto del alumbramiento de la moneda única, el
euro, como de la defunción de la vieja peseta, moneda con la que estábamos tan
identificados que algunos no la hemos acabado de eliminar de nuestros sencillos
cálculos cotidianos. Y es que la pela tenía detrás un recorrido muy largo y una
historia muy grande.
Entre la alegría generalizada, no tardaron mucho en diluirse
las dudas de los que levantaron tímidamente la voz y los miedos de los que no
pueden levantarla jamás, porque no la tienen. Pero hubo algún loco incontrolado
e inofensivo, y aquí queda constancia de su incontrolada e inofensiva
opinión, que se atrevió a pronosticar
que nos empobreceríamos en euros. Eso sí,
la causa del empobrecimiento no la atribuía al cambio de moneda
exactamente, sino al peliagudo asunto de la globalización. El euro no ha hecho
más que agravar un poco las cosas, poniendo en evidencia que Europa no es aún
una unidad económica y mucho menos política, ya que a los socios europeos les
sigue tirando mucho el estado nacional y la riqueza se mide aún por vastas desigualdades.
Pero mejor leéis el artículo.
Un abrazo
Historia apócrifa de
una peseta
Básicamente, mi postura en relación con el dinero no ha cambiado en los treinta y tantos
últimos años: útil, pero no esencial; necesario, pero no omnipotente. Lo que
ocurre es que la sociedad de nuestros días, superando con creces a la de los tiempos del “Poderoso caballero”
quevediano, tiene al respecto posiciones muy contrarias a la que acabo de
exponer. Y, claro, yo soy una de esas raras aves que, mira tú por donde,
quieren un espacio de libertad, con árboles, con aguas cristalinas, con
lontananzas azules; un espacio donde el hombre pueda vivir sin opresión, sin
miedo, sin angustia; un espacio en el que la dignidad humana sea una prioridad
para todos, y, en cualquier caso, un requisito obligado de convivencia.
Señalemos, no obstante, que el dinero no es un mal en sí
mismo, como es obvio. El mal está en su desaforada concentración en unas pocas
carteras, porque en ellas se ha perdido su función originaria y esencial, el
intercambio, y se ha convertido en un terrible instrumento de poder: el poder
de reprimir, de empobrecer, de humillar, de esclavizar. Sus dueños son unos
entes desprovistos de humanidad que reciben el nombre de multinacionales y
tienen más tentáculos que Dios, a Quien, por cierto, le han usurpado el don de la ubicuidad -que
es la facultad inestimable de estar en todas partes a la vez-, y le han puesto
la guinda suculenta de sacar de todo tajada.
En fin, que, por mucho que lo cubran de caramelo, eso es
realmente la globalización, un vendaval que asola, una plaga que arrasa y que
destruye, un monstruo que va dejando en
el mundo su sello de abrumadora e insoportable dictadura. A ese monstruo nos
hemos entregado alegremente y en él hemos depositado -para decirlo con palabras
de Borges-, “el caudal de las noches y de los días”. Claro que aún podemos
rectificar. Es más, debemos hacerlo cuanto antes para que la serpiente depure
sus venenos y la injusticia y la miseria no se instalen definitivamente en el mundo.
Sea como fuere, sin embargo, para los españoles no va
a ser en pesetas, sino en euros. No sé, a lo mejor es un consuelo empobrecerse
en una moneda supranacional y comunitaria;
después de todo, no le echaremos en falta las raíces.
Historia apócrifa de
una peseta
Quizás por insegura presurosa
cayó en mi pobre mano una peseta.
Me doy a quien me toma -dijo- ¡Aprieta!
Y llévame al altar, seré tu esposa.
cayó en mi pobre mano una peseta.
Me doy a quien me toma -dijo- ¡Aprieta!
Y llévame al altar, seré tu esposa.
Yo tengo que decir, por toda cosa,
que a mí lo del dinero no me inquieta;
de modo que la puse en la cuneta
y yo seguí el camino de la rosa.
que a mí lo del dinero no me inquieta;
de modo que la puse en la cuneta
y yo seguí el camino de la rosa.
¡Marica! –me gritó
desde la fosa,
sin duda aproximándolo a poeta-
No irás a imaginar que he de estar quieta.
sin duda aproximándolo a poeta-
No irás a imaginar que he de estar quieta.
Y, en tanto que humillada, procelosa,
echó en lo de seguirme la rabieta,
dejando en las antípodas su meta.
echó en lo de seguirme la rabieta,
dejando en las antípodas su meta.
Me sigue por doquier, está celosa.
Por eso no hace nunca la maleta.
Por eso no hace nunca la maleta.
Del libro “El limón hespérico”
Mariano Estrada www.mestrada.net
Paisajes Literarios
Posdata de llanto y
despedida.
Adiós, querida peseta, dama noble y extrañamente rubia, depositaria de grandes
esperanzas y de muy variados sueños: aunque a veces nos hayas sido avara, se
nos va a hacer duro cambiarte por un
euro bisoño y desconocido procedente de una inseminación artificial. De modo
que lloraremos el cambio cinco veces. O más, si con un sentido real de las proporciones lo lloramos perra a perra, céntimo por céntimo.
Es verdad que nos hemos empobrecido con el euro, pero la culpa la tienen los políticos por no haber pensado una política adecuada para acompañarlo.
ResponderEliminarLos políticos han despilfarrado irresponsablemente un dinero que no teníamos. Ahora nos piden sacrificios a los ciudadanos, pero ni han pedido perdón ni predican con el ejemplo.
ResponderEliminarEl cambio que se va a producir y que va a quedar avalado por las urnas, ¿lo impone nuestra voluntad o nuestro miedo? No lo sé, pero sería una desgracia que lo hiciéramos para ir a peor.
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