Foto tomada de internet sin ánimo de lucro
La voz
Te sigue una voz, una forma,
sus ojos te hieren, te matan.
¿Por qué no te marchas? -le dices-
La huyes, la olvidas y callas.
Así desvanece tu frente
los sueños más hondos del alma.
De día, los días te duelen.
de noche, las noches de matan.
Los días te duelen,
las noches te matan.
Te sigue una voz en susurros,
te llega muy dulce, muy agria.
La oyes, la quieres, la mimas,
la odias, la ignoras, la apartas.
De luz te emborracha los ojos,
de sombra te embriaga la casa.
De luz y de sombra,
los ojos, la casa.
Te sigue una voz, te persigue,
de cielo, de dicha, de rabia.
Te grita, la sientes, la ignoras,
te llama, la quieres, la apartas.
Te duermes, despiertas, te aburres
y encuentras que es vano ignorarla.
Despiertas y sabes
que es vano ignorarla.
Entiendes que incluso los perros
conocen sus días de caza.
Los perros lo saben
y esperan la caza.
Del libro Mitad de amor, dos cuartos de
querencias (1984)
Mariano Estrada www.mestrada.net Paisajes Literarios
Esa voz la he sentido y es tan desesperante, que uno se siente incapaz de evadirla, pero hace parte del ser humano y sus sentimientos.
ResponderEliminarEs precioso este poema.
Un abrazo Mariano.
Diana Lucia.
Hola, Diana Lucía:
ResponderEliminarLo curioso de esa voz es que no tiene edad, aunque sea cambiante y llegue a tener muchas formas. Y, la verdad, uno se acomoda a muchas cosas, pero no a ella. Siempre está pinchando...
Gracias y un abrazo