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miércoles, 25 de enero de 2012

Ayer volvimos a Aitana, pero no había nieve

Sierra de Aitana. Raquel, Noé y Bruma, 24-01-2012


 Ayer volvimos a Aitana, pero no había nieve

Después de tomar la consiguiente olleta de blat en el restaurante El Pirineo, de Confrides, emprendimos el camino hacia la Sierra de Aitana. Esta vez éramos cuatro personas: una mujer, dos hombres y una preciosa perra (Raquel, Noé, Mariano y Bruma).

Como es lógico, los cerezos no estaban todavía florecidos, tampoco las aliagas. Los almendros apuntaban una tímida flor que pronto será abundante y melosa. Dentro de unos días se extenderá por los campos la abrumadora sensualidad que ahora se incuba. Los escaramujos se mostraban grisáceos bajo el ropaje del frío, que es la desnudez, poniendo en evidencia unas bayas rojas que reciben el nombre de tapaculos, por sus propiedades astringentes. Los pinos exhibían una tupida ramuja verdeoscura y, entre sus troncos tersos, había un sotobosque variado y generoso, tanto en arbustos y matas como en hierbas, que estaba impregnado de humedad. El agua corría por todas partes a la vez, como si fuera Dios, y en las cunetas de los caminos, bajo un impresionante silencio, se hacía hermosamente sonora.  Los entornos de la fuente de l´Arbre estaban llenos de barro, como si hubiera caído un pequeño diluvio. No había nieve en la cumbre ni en la umbría. La palidez del sol de la tarde se depositaba suavemente en las solanas. La temperatura era más propia de primavera que de invierno…Los corazones, a 1200 metros de altura,  brincaban en el pecho y se mostraban completamente felices.

Villajoyosa, 25 de enero del 2012


La Font de l’Arbre: cotas de altura y de belleza

El pasado día 13 de abril, lunes de Pascua florida, subimos a la Font de l’Arbre, que está en la cara norte de Aitana, en el término municipal de Confrides, Alicante. Tres matrimonios y un perro. Total, siete personas. Y digo bien: subimos, porque está a 1185 metros sobre el nivel del mar. El punto más alto de la citada Sierra de Aitana, que es el techo terrenal de la provincia,  está a 1558 metros, siguiéndole de cerca el Puig Campana, con 1406 metros, todos en vertical.

El paraje -insultantemente precioso-, mostraba una amplia variación de colores y de contrastes. Los cerezos blancos, los pinos verdioscuros, los almendros verdiclaros, la tierra verdiparda, las aliagas amarillas…Y, al fondo del dibujo, un archipiélado de nieve sesteando en las cumbres sobre alcores grises y cárdenas roquedas, como hubiera dicho Machado. ¡Cuánta majestad! ¡Cuánto deleite!

Eso sí, los caminos estaban enfangados de trecho en trecho, pero nosotros íbamos prevenidos con unas botas de altura. De modo que no hubo charco que nos intimidara, e incluso caminamos campo a través, pisándole los “pépinos” a Getsemaní, a quien no tenemos el gusto de conocer. Durante una hora y media, oxigenamos el pulmón e hicimos un hueco en el estómago, pensando en el inminente futuro. Lástima que tuviéramos que volver en lo mejor del paseo, ya que habíamos reservado una mesa que tenía incrustada la hora.

Comimos una olleta de blat, con algo más de carne que de trigo, en un modestísimo restaurante regentado por una pareja de rumanos ¿Rumanos? ¿Y cómo casa esto con la olleta de blat? Bueno, llevan diez años en España. Es como un pequeño refugio, pero a mesa puesta y servida. Por cierto, nada caro, unos 18 euros por boca, tenga dientes o no. Incluyendo una ensalada, unas pelotas de arroz, vino, postre y café ¿Qué más puede pedirse? Bueno, ya puestos,  les pregunté si podíamos irnos sin pagar y me dijeron que no, que ya lavaban ellos los platos. Así que, además de las canciones que destrozamos –que fueron muchas- y de las risas que nos traíamos –que no eran pocas- les dejamos una pequeña propina. O sea, lo normal, con la diferencia de que estábamos como en casa. A ellos se les veía tan contentos con nuestras coñas marineras, que poco les faltó para ponerse a cantar. De hecho, a ella se le salían las ganas por los ojos y él llegó a entonar una especie de recitado que yo no pude entender ¿Sería en romaní? Seguramente. Adiós, amigos. Hasta la próxima. El resto de los comensales sonreía a medio gas, yo creo que con un poco de envidia…

Después de reposar la comida entre los árboles, en el merendero habilitado junto a la fuente, donde hay bancos y mesas, e incluso de amodorrarnos un poco bajo los tibios rayos del sol, bajamos a Confrides por un caminito estrecho, pero asfaltado. Peligro en ciernes. Cruzados mágicos de plaitex y todoterrenos. Curvas imposibles, barrancos hondos, precipicios insondables. Pasa tú, que a mí me da la risa. Cuidado, esa rueda. Que te vas, que te vas, que te vas, que ya te has ido. Total, que acabamos en el Pirineo sobre las siete y pico. Tomamos un café y, ya por carreteras conocidas, regresamos a casa, unos hacia Valencia, otros hacia Villajoyosa. ¿Hará falta decir que el Pirineo referido no nos separa de Francia ni de Carla Bruni?

Finalmente, no me resisto a decir que el Valle de Guadalest -que no por muy pisado me deja de asombrar en cada visita-, estaba escandalosamente hermoso, sobre todo en la zona de Benifato y Benimantell. Claro, este invierno ha llovido, mañana hay agua. Y ahora los almendros están verdes, como las uvas que no alcanzaba la zorra. Madre de Dios, cuánta lujuria en estas bellas laderas ¿Lujuria, Marianet? Ya lo creo, si hasta tuvieron que pedirme que me calmara…

Un abrazo
Villajoyosa, abril de 2009


Font de l’Arbre , Sierra de Aitana. Abril 2009. Foto M Estrada


Aliagas de marzo

Me reconcilio, al fin, con el soporte
oscuro del paisaje o con el
agrio punzón de la maleza,
porque he aprendido a amar en el dolor
y a levantar en el cauterio
la miel desestimada de la vista.

Me reconcilio con el beso gris,
con el perfume árido o
                          la púa dolorosa,
porque he aprendido a ver en las heridas
su más oculto fondo.

Y al fin me reconozco en el paisaje
que, abonado en las flores del almendro
-ahora verdes hojas-,
esta aliaga extendida me propone.

Y bendigo el limón sin amargura
que emerge de los tallos de un dolor
                          en su negada espina.

Sí, hoy me reconozco
                         en el abrojo florecido,
la hidra indomeñable o la exultante broza,
porque es en la belleza subsidiaria
                                     donde más te amo.

Poema del libro “Desde la flor del almendro”

Mariano Estrada www.mestrada.net Paisajes Literarios
Blog http://paisajes.blogcindario.com

 Font de l’Arbre , Sierra de Aitana. Abril 2009. Foto M Estrada

6 comentarios:

  1. Que maravilloso recorrido, aunque no conozco, con tus palabras es suficiente. Toda tu cotidianidad Mariano la vuelves poesia.
    Abrazos.
    Diana Lucia

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  2. Hola, Diana Lucía:

    La provincia de Alicante es sobradamente conocida por su costa, pero tiene un interior montañoso muy rico en bellezas que es muchísimo menos conocido. Los entornos de la Sierra de Aitana son amplios y realmente preciosos.
    Gracias y un abrazo

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  3. Qué belleza!!!! Me hace acordar a Mendoza, Argentina, estos lugares tienen una energía sobrenatural. saludos!!

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  4. Hola, Adelina:
    Ya me gustaría a mí conocer Mendoza, así como otros parajes argentinos, que los tiene muy bellos. De momento nos conformamos con las cercanías, que las tenemos muy hermosas y que a veces no las sabemos valorar.
    Gracias y un fuerte abrazo

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  5. .
    Leerte poeta, es haber estado allí, o haberlo caminado con ustedes. Me divertí mucho, canté y gocé de su belleza!!!

    El poema maravilloso!!!

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  6. ¿Conoces las aliagas, Sillercita? Pinchan más que las rosas, pero son muy bonitas. Supongo que las has visto en una de las fotos. Son amarillas...
    Me alegro de que te haya gustado el paseo.
    Y de que te gustara el poema
    Abrazos

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