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sábado, 25 de febrero de 2012

La corrupción en la España democrática



Foto tomada de internet sin ánimo de lucro


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La corrupción en la España democrática

La corrupción es un tema que, desgraciadamente, vuelve a estar de moda en España.  Desde hace unos años, los casos de corrupción fluyen como ríos torrenciales, desbordando cautelas, descerrajando cajones, doblegando voluntades, ensuciando comportamientos y llenando bocas y manos. La más llamativa de todas ellas es la que,  ejercida por políticos en connivencia con empresarios, o al revés,  sale de los cochambrosos departamentos de la Administración. Y como esto es así en la mayoría de los países de nuestro entorno político, podríamos decir que la corrupción es ya sistémica, pero eso es materia de otro estudio.

Y digo que vuelve a estar de moda porque, en la España democrática, ya lo estuvo otra vez, en los primeros años noventa, coincidiendo con el final del mandato de Felipe González. Y no es que en los años intermedios no la haya habido –que la ha habido en cantidad-, es que en los dos momentos señalados ha sido tan descarada y tan grosera que, como digo, ha reventado aparatosamente las custodias, saliendo por grietas y rendijas, por puertas y ventanas.

O sea que la corrupción no es precisamente nueva en esta España nuestra, alegre y aún devota, pero sí se puede decir que ahora está extendida por todos y cada uno de sus confines, desde el más insignificante de los ayuntamientos hasta la más alta institución del Estado. No han hecho falta matanzas al uso para que muchas despensas patrias se hayan llenado de chorizos, como dicen algunos carteles de las manifestaciones callejeras desde el venturoso 15M.

Tan enorme ha sido y está siendo la corrupción que, de salir toda a la luz, temblarían los cimientos sobre los que se asienta la sociedad. De hecho, ya es bastante significativo que el ochenta y cinco por ciento de los españoles entiendan que está muy arraigada en España, si bien parece ser que esta circunstancia aún no se expresa convenientemente en las urnas. No obstante, que tengan cuidado los políticos, porque si un día se desborda del todo, puede que arda Troya. Que piensen, además, que ellos mismos son vistos como un problema por el 25 por ciento de los españoles. El tercero, tras el paro y la economía.

Y es que ya está bien, coño. Abres un periódico y allí está ella, apostada en cualquiera de sus páginas. Pones la radio y allí aparece también, convertida en un clamor incesante. Enchufas la televisión y su presencia es tan grande y tan continua que los ciudadanos tendríamos forzosamente que vomitar. No lo hacemos porque, aunque nuestros ojos la vean y nuestros oídos la oigan, nuestro espíritu ya apenas la siente. Tal es la piel con que la que nos ha protegido la costumbre. Porque eso es lo más triste de todo, que esta mala pécora se ha convertido ya en una costumbre…

 ¿Qué se puede hacer para erradicar esta plaga, que, además de a nuestro orgullo, afecta directamente a nuestro bolsillo? No sé, a mí se me ocurre que habría que imponer unos castigos mucho más severos. Y, por supuesto, hacer que éstos se cumplan a rajatabla, porque los castigos que ha habido hasta ahora invitan a los corruptos a seguir encaramados en la corrupción. Y, por si ello fuera poco, a seguirse riendo de nosotros… Pero tal vez la única forma de atajarla de veras, aunque eso requiere tiempo y voluntad, sea a través de la educación. Y ahí es donde los jóvenes tienen muchísimo de decir.

Por si a alguien le interesa, dejo aquí un artículo sobre este asunto que, bajo el título de “El perro social”, escribí en enero de 1997 y que fue publicado en el periódico Información de Alicante.


El perro social

      "La befa que soportó Don Quijote / fue un estrago de la corrupción / no una frivolidad de la Justicia"

Siempre he creído que los jóvenes eran los únicos que, por causas de desafección material y cierto altruismo del alma, estaban en disposición de invertir esos valores de la Sociedad que, amenazados por la polilla o sostenidos por el dinero, están en permanente alcanfor. Me refiero a los valores adocenados, caducos, artificiales o prostituidos que, con la anuencia correspondiente, van criando polvo sobre sus fechas  de caducidad, bien que un polvo diverso. Valores que prosiguen ahí, como  reliquias inmóviles de un tiempo anclado en sí mismo,  dispuestos a ejercer no ya su condición de atrabiliarios perros del hortelano, sino a perpetuar su vacuidad parasitaria a costa de las almas en pena (ignorantes, engañados, crédulos, devotos), sirviendo de paraguas al poder y  arropados por pragmáticas manadas de pescadores a río revuelto.

Lo que pasa es que los jóvenes, de un día para otro, se hacen radicalmente mayores y, quizás con menos traumas de los debidos, registran una metamorfosis verdaderamente kafkiana; es decir, vermicular, oscura, fulminante, teratológica.... De este modo, convirtiendo a  las víctimas en verdugos, el perro de la Sociedad -tan fiero y tan fiel como impagable-, se va renovando a sí mismo y ésta tiene siempre defendida la casa. Pocos son los que, emulando al Caballero de la Triste Figura, en vez de procurarse baratarias de corrupción y apoltronamiento, se alían con el brazo de la Justicia, que es razón de razones, para vencer a gigantes descomunales en beneficio de la Humanidad. Mucho me temo que, dando por perdida la guerra, hayamos aceptado la subyugación voluntaria y resignada a unos  endemoniados molinos que, con sus obradores de hambre y sus golosinas de pan, van tapando los poros de la transpiración a través de los que debiera enriquecernos la vida.

No obstante, y a pesar de esa pobreza de espíritu en la que hemos visto sumirse a sucesivas generaciones, incluida la del 68, yo sigo viendo en los jóvenes una gran capacidad de desprendimiento, una fuerte dosis de sinceridad y un alto nivel de altruismo. Por lo que sigue estando en sus manos la subversión potencial de los referidos valores: tanto los que duermen bajo un polvo ideológico y anacrónico, como  aquellos que gravitan sobre capas  de dorada  impermeabilidad. Lástima que en el ámbito social de los adultos, que es la tierra de su obligado destino, no existan las acequias adecuadas para canalizar esos flujos de autenticidad y de vida. Y lo que es peor aún, que esos flujos inviertan su tendencia  y, “ad maiorem Dei gloriam”, acaben siendo las aspas del más desaforado egoísmo.

Mariano Estrada www.mestrada.net Paisajes Literarios

9 comentarios:

  1. Yo creo que la corrupción es una forma de pago. Es lo que reciben los políticos (o se les permite apropiarse) por su labor de intermediación en el expolio a las clases medias y trabajadoras. Así se expone en el manifiesto sanchista: http://elmanifiestosanchista.blogspot.com/

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  2. Hola, Pepe:
    En el momento en que la clare política abdicó de sus responsabilidades y se rindió a la economía y a los mercados, se pervirtíó el sentido de la democracia (hablo de la democracia que tenemos, no de otras), que delega el poder en los políticos para que éstos sean los que dirijan y administren los intereses de los ciudadanos. Esa es la gran corrupción. Evidentemente, hay otras formas, que ya existían antes de que esto ocurriera. Ahora es un "totum revolutum" que no hay por donde cogerlo. Digamos que se ha juntado Roma con Santiago. Y a ver quién es el chulo que los descabeza y los extermina...
    Un abrazo

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  3. La de hoy ha sido una mañana soleada y yo la he aprovechado para encontrarme de nuevo con los almendros. Satisfecho convenientemente el espíritu, me he acercado al mar por caminos solitarios bordeados de matojos y pinos. A la sombra de uno de ellos, sobre una pinocha muelle y abundante, he olido a resina. Cerca de allí, el mar era un perfecto remanso, que transmitía calma. En ese pequeño recorrido, he vuelto a sentirme naturaleza y nada en los alrededores hacía pensar que en España había una tremenda corrupción y una profunda crisis. Un abrazo

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    1. Que bonito lo que explicas,por un momento me has hecho soñar con una España sin corruptos y con unos olores , que por conocidos, resultan evocadores, y desde casame he trasportado,por unos segundos a esos lugares que describes. Da pena que un pais tan maravilloso este llena de indeseables que tanto daño hacen a la democracia.

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    2. Es cierto, da auténtica pena.
      El paseo que di aquel día (en realidad paseo por allí muchas veces), fue por lugares que de momento están a salvo de la especulación. Y espero que se libre de ella eternamente.
      Gracias y un abrazo

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  4. En esta nuestra España cañí siempre ha habido truhanes y tontos de la baba, corruptos y gente honrada , y los primeros siempre se han aprovechado de los segundos. Ahora mandan los listos, los falta de escrúpulos, los egoístas, los usureros (léase Bancos), y para más inri tienen el poder absoluto. Ya pueden hacer lo que les de la real gana y, como es evidente, no pierden el tiempo explicándole a los tontos el por qué de sus decisiones y promesas incumplidas antes de las elecciones.
    La verdad es que el pueblo español no aprende de su historia no tan lejana, y sigue creyendo las mentiras y falacias de la clase gobernante.
    Suerte tendremos si no nos volvemos a meter en otra guerra civil por otro golpe de Estado.
    Como bien escribes, Mariano, acercarse y fundirse con la naturaleza, sosegar el espíritu, aunque breve, es la mejor medicina para el tormento de la mente.
    Un abrazo.
    Ascensión

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  5. Hola, Ascensión: el mapa de la corrupción en España es absolutamente deprimente. Y eso que muestra solamente los casos conocidos ¿Qué sería si exhibiera de pronto todos los que existen? Para salir corriendo, vamos. Y no precisamente al campo a fundirse con la naturaleza, sino a correr a gorrazos a nuestros políticos, a nuestros empresarios, a nuestros banqueros. Es decir, a aquellos que, como tú bien dices, se ríen a carcajadas de las numerosas miserias de los contribuyentes. Y lo que es peor aún, de los que no pueden contribuir porque solo tienen la desesperación y el hambre.
    ¿Cómo puede reírse alguien de estas cosas?
    Un abrazo

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    1. ¿Quien puede reirse ? Los politicos.

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    2. Y no solo los políticos,Carmela, sino también todos aquellos se ha asegurado muy bien las habichuelas con la ayuda de un pensamiento corrompido. La lista puede ser larga.
      Un abrazo

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