Mariano Estrada, 1970-1971, una excursión a Andalucía con el arquitecto don Francisco Coello de Portugal
VOCACIÓN: Mi primer poema serio. ¡Y tan serio!
1
La
ventaja de no tener hipotecas es que puedes hacer o decir lo que te de
la gana y, si no insultas a nadie, tampoco tienes que dar cuentas por
ello. Por ejemplo, yo digo que tengo un poema que fue escrito antes de
empezar a escribir, por lo que, además de ser clásico de obligación,
tiene que ser necesariamente horroroso.
-¿Por qué horroroso? Hay profesionales o artistas cuyo éxito se basa en su opus primum
-No es el caso
-¿Por qué estás tan seguro?
-Pues por varias razones. Y, además, porque nació muy antiguo
-¿Más que Roma o que Grecia?
-Por ahí, por ahí andamos, si no más. Yo creo que huele un poco a atapuérquico.
-Pues
mira, algunos arquitectos contemporáneos han incorporado a sus
proyectos determinados elementos arquitectónicos de esas épocas
clásicas.
-Bueno, pero el suyo es un trabajo de vuelta. Cuando yo escribí este poema, todavía no había ido.
-¿A dónde?
-A
ningún sitio. En realidad no sabía nada de poesía. Puede decirse que
había leído lo que venía en los libros de texto. Only sólo.
-¿Y por qué lo enseñas ahora?
-Porque de alguna manera fue el punto del que partí. Y porque tiene muchos recuerdos pegados a sus machacones endecasílabos.
2
El
poema “Vocación” fue premiado en un Concurso de Poesía convocado por la
Residencia Universitaria San Fernando, cenit y orgullo de la Obra de
Auxilio Social, ubicada en la calle Josefa Valcárcel nº 1, esquina
Arturo Soria 120, Madrid, ubicación que era un incordio porque teníamos
que ir en auto-stop a la universidad, que estaba en la otra punta, y
había por medio un tramo de autopista, la de Bajaras, hasta llegar a las
Torres Blancas del prestigioso arquitecto Sáenz de Oiza. Luego
tomábamos el 12 en María de Molina...
Como
todas las cosas que son, el poema tiene una historia. No es que sea
importante, pero la tiene. Corría el año 1970, creo. ¿Tal vez el 71?
Pues bien, una tarde, yo estaba en la Cafetería de la Gasolinera Santa
Marta, tomando un café con leche con una mujer muy querida. De pronto
saqué un papel del bolsillo y se lo leí. Se trataba de este poema, sólo
que un tanto mutilado, como voy a explicar. Yo no me dedicaba a escribir
en absoluto, pero de vez en cuando se me iba solo el bolígrafo y,
curiosamente, lo poco que escribía lo empezaba con solemnidad para
matarlo de golpe con una chorrada trapera, a la manera de los pintores
que pintaban un bodegón y luego le clavaban un filoso cuchillo. Es
cierto que me gustaba escribir, pero la vida estaba muy por encima y yo
había vivido muy poco, muy poco.
-Pero
Mariano, no puedes estropear el poema de esta forma, tienes que
acabarlo del todo y hacerlo completamente en serio –me increpó mi amiga.
Y
yo, sin que sirviera de precedente, le hice caso. Acabé en serio el
poema, lo presenté al concurso aludido, que no me costó mucho, pues
vivía en la Residencia que lo convocaba. Y me olvidé de él por completo.
Es más, tal vez me hubiera olvidado para siempre de no ocurrir después lo que ocurrió.
En
fin, para abreviar, digamos que el Jurado se quedó un tanto extrañado
de que un tío que estudiaba Aparejadores hiciera un poema no ya de este
tipo, sino un poema. Parece ser que los aparejadores no pueden tener
veleidades literarias. Y ni cortos ni perezosos se lo llevaron a un
filólogo de la Universidad. Tampoco les resultó muy difícil, pues entre
los miembros del jurado, aparte de un buen poeta del que no he vuelto a
saber nada de nada, había algún estudiante a punto de acabar filosofía,
tal vez haciendo el doctorado. Pues hete que, el filólogo en cuestión,
vino a decirles que podía tratarse de un poema perdido de Gracilaso de
la Vega o de Calderón de la Barca. Nada menos. Y, claro, ¿cómo me daban
el premio a mí, pobre estudiante de la Escuela de Aparejadores? Me
llamaron, me citaron como a los toros, me llevaron a tomar un café a la
misma cafetería en que mi amiga me había dado la orden (y el aliento) de
acabar en serio el poema. Total ¿para qué, para acabar siendo acusado
de plagio? ¿Y desde cuándo escribes, Estrada? ¿Y tienes otras cosas
escritas, Estrada? ¿Las podemos ver, Estrada? ¿Y por qué estudias
aparejadores si te gusta tanto escribir, Estrada?
Finalmente, hubo un atrevido que me dijo directamente que me quería:
-Pero
vamos a ver, Estrada, nosotros nos vemos todos los días, no nos
engañemos. Tú estudias aparejadores y juegas al fútbol. ¿De quién es el
poema? Nosotros tenemos que dar un premio y no nos gustaría dárselo a
Calderón o a Garcilaso y encima quedar en ridículo.
Me
dieron, como premio, las Obras completas de Vicente Aleixandre, un
libro que, si no recuerdo mal, había sido editado dos o tres años antes.
Y yo, enamorado y agradecido, se lo regalé gustosamente a mi amiga.
Un abrazo
VOCACIÓN
Antes del néctar de su amor...
Atalaya anhelada y perseguida,
blanco matiz de la negra espesura,
luz de la sombra y claridad oscura,
que asumes mi pensar tan escondida,
trocando mi sentir en amargura.
Ciudad que te consumes en tu altura
cesa en tu empeño de seguir perdida;
la existencia nos dio una muerte unida
cuando juntos cavamos sepultura
al sentirnos nacidos a la vida.
Descubre ya tu aroma contenida,
verde jardín que agotas tu hermosura;
torna en blanca tu negra cobertura,
pues tu gloria sin mí caerá rendida
y mi pena sin ti no tendrá cura.
Cuando llamó a las puertas de mi ser...
Acequia de inquietud que en agua pura
sumerges mi ilusión enternecida;
soy alud de zozobra en ansia hervida,
mas no puedo entender esta dulzura
que corre por mi ser tan repartida.
Hechicera pasión desconocida,
misterio contagioso de ternura,
ignoro si eres sueño, eres locura
o existir de un recuerdo que se olvida
o germen de una vida que perdura.
Por eso mi esperanza es insegura
y la sed con que espero es atrevida;
es miedo a que me habites confundida
y marchándote dejes una holgura
en mi alma para siempre deprimida.
Después de saborear su permanencia...
Soy dichoso en la dicha concebida
de atar nuestra distante coyuntura;
todo es paz en tu nido de ventura,
todo es luz de verdades encendida,
todo libre en tu atada ligadura.
Monumento de íntima escultura
es mi amor, esculpido a tu venida,
y este gozo que hierve en tal medida
es ardor que encendió mi calentura
con fiebre de una pena consumida.
Despertó mi alegría anochecida,
dejando su enlutada vestidura;
compararse no puede a su figura
la ilusión de un ensueño convertida
en reflejo encantado de la albura.
Madrid, 1970
Mariano Estrada www.mestrada.net Paisajes Literarios
Me ha encantado la historia, tener un Calderón entre mis blogueros favoritos es un orgullo ;)
ResponderEliminarAhora en serio, es genial. El poema y la historia que nos cuentas.
Un abrazo y feliz domingo
Jaja... ¿Y no preferirías tener una Barca? Por cierto, un calderón puede ser un cetáceo, un signo gramatical, un signo musical...Ya sé, ya sé... Solo hay uno que se llame Calderón de la Barca.
ResponderEliminarY ahora en serio: gracias por tus generosas palabras.
Un abrazo