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domingo, 18 de noviembre de 2012

Boda de Carola y Marcos, azafata y piloto


Tomada de internet sin ánimo de lucro


Boda de Carola y Marcos, azafata y piloto

Queridos pasajeros:

No vayáis a creer que estáis en un avión por el hecho de tener enfrente a una azafata y a un piloto, los dos de altos vuelos. Tan altos tan altos que le han dado alcance a la caza. ¿Qué caza, diréis algunos, si esto no es un avión y mucho menos de guerra o de combate? Otros, en cambio, pensaréis abiertamente en San Juan de la Cruz:

Tras de un amoroso lance,
y no de esperanza falto,
volé tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.

Que cada cual piense lo que quiera, Pero no creo yo que Carola y Marcos estén muy por la mística. Es verdad que vuelan y vuelan y vuelan… y que a veces no paran de volar y volar y volar…Pero no levitan, he ahí una cuestión de peso. Os imagináis a este chico fornido, que le ha robado el nombre a las antiguas monedas alemanas, diciéndole a esta chica oji-preciosa y cuerpi-divina, cuyo nombre es casi un ingrediente verde de la ensalada vegetal:

“Mariposa volandera,
¿eres tú la primavera?”

¿Y por qué no? -diréis vosotros- si el chico está en trance de locura… ¿No hay ahí una mística?  Además, un piloto de avión, cuyos despegues son siempre empinados y sostenidos, es normal que apunte a las alturas, a los espacios siderales, a las galaxias abiertas, interminables, infinitas…Y en ese cielo de estrellas, en el que tiene cerco la luna, el piloto Marcos traspasará con su  mirada a la azafata Carola. Y le dirá con palabras penetrantes:

-Salí a surcar el espacio
por derroteros sin tiempo,
y en el confín de tus ojos
vi un agujero muy negro…

Y la azafata Carola, como una estrella rociada por el fuego originario del big bang, contestará profundamente conmocionada:

-Pero muy negro, amor, muy negro. Esa es la profundidad cósmica en la que yo espero encontrarte. Pasa de la torre de control, pasa de la tripulación, pasa del pasaje, pasa del pasa pan, pásate de rosca y de frenada, pásate cien pueblos y diez constelaciones consecutivas, pon el piloto automático, ámame…

¡Síiiiiiiiiii!

Ámame con todo
quiéreme con alma,
átame a los mandos
de este avión en marcha.


Porque, vamos a ver, ¿qué es lo que espera una azafata deslumbrante como Carola de un piloto aguerrido como Marcos, después de andar tanto tiempo en las nubes? A mí no me cuesta nada imaginarla delante del avión agitando las banderas administrativas del consentimiento aeroportuario y sin duda gritando de alegría:

¡Aterriza en mi ser!

Muere de amor y borrachera
Arrójate en el fuego de esta hoguera
en la que arde mi piel.

Muere sin fin y resucita
mil veces, para amarme
mil veces cada vez.

Ahógate de mí, muere de vida,
disuélvete en la herida
del querer.

¡Aterriza en mi ser!

Ofrécete con alma irracional
y enloquecida,
dilúyete en la lumbre del placer.

Derróchate en un beso permanente,
entiérrate en mi vientre
de mujer.

¡Aterriza en mi ser!

-Ah, querida mía –concluirá el piloto guerrero, fornido y aguerrido, desnudo ante el amor y completamente exhausto-: nunca un aterrizaje no forzado ha sido tan convulso y estrepitoso. Hemos cruzado el rubicón mágico de playtex, hemos traspasado montes, valles y simas: ¡Sí, más! ¡Sí, más!... Pero al fin hemos llegado al punto de destino, el puerto hospitalario, los hangares de la serenidad,  que ahora nos reúnen en este abrazo de calma, de sosiego, de ternura…

-Y dime: ¿has cambiado el cigarro consecuente o postamatorio, casi irrenunciable y ya consuetudinario,  por un abrazo de calma, de sosiego, de ternura? ¿Y lo has hecho tú solo, piloto mío?

-Ah, Carola, Carola…
Persigo la ternura y su panal de miel
a través del tiempo y sus inúmeras abejas.

¿O no son las abejas, con sus alas delicadas y reverberantes, las precursoras de los aviones? ¿Y qué son los aviones, sino esos vencejos desobedientes que, en lugar de quedarse en los asientos del pasillo, asomaron el pecho a la ventanilla del amanecer, que es donde se sientan los pilotos para deslumbrar a las azafatas?
-O sea, pavo real, que estabas desplegando la cola…
-Sí, pero he entendido al fin que no hay cola que no haya sido inducida por un cebo. Y en ese cebo piqué para arrojarme en los brazos de Shakira.
-Qué bonito, Marcos, qué bonito del Norte…Yo también piqué, dicho sea en cristiano. Pero ¿quién pilota ahora la nave de tus deseos, me lo puedes decir?
-La pilotas tú, mi estrella luminosa, y yo seré por siempre tu azafato rendido.
-Oh, Marcos, Marcos… Y yo tu reina de Saba
-A ti me entrego, entonces, Makeda, con todos mis bártulos y  haberes: ésta es la puerta de embarque, éste es el avión, éste es el arranque de los motores. Toma las llaves. El depósito está lleno de queroseno: “Quero seno” “Quero seno”… Vamos a despegar, mi comandanta en jefa, vamos a lanzarnos a la aventura aérea del siempre inescrutable futuro.
-Qué sabio eres, Salomón, aún no te has casado y ya has entrado en razones. Me enorgullezco de ti. Cuánto ahorro energético en estos tiempos de crisis. Y qué listura la tuya, piloto traspasado por el rayo… vallecano. Vendrá el anochecer a nuestra jaima, moro mío, y yo seré tu almohade  y  tu reposo. Vendrá la luz del alba a despegar mis ojos, aún poblados de sombra, y al instante sabré que no estarás en huelga.

No temas, amor, el día es claro.
Fíate.
Abandónate en mis alas
para este próximo vuelo.

Tomada de internet sin ánimo de lucro

 Mariano Estrada, 25-05-2012 www.mestrada.net Paisajes Literarios

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