Tomada de internet sin ánimo de lucro
Boda de Carola y
Marcos, azafata y piloto
Queridos
pasajeros:
No
vayáis a creer que estáis en un avión por el hecho de tener enfrente a una
azafata y a un piloto, los dos de altos vuelos. Tan altos tan altos que le han
dado alcance a la caza. ¿Qué caza, diréis algunos, si esto no es un avión y
mucho menos de guerra o de combate? Otros, en cambio, pensaréis abiertamente en
San Juan de la Cruz:
Tras de un
amoroso lance,
y no de esperanza falto,
volé tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.
y no de esperanza falto,
volé tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.
Que
cada cual piense lo que quiera, Pero no creo yo que Carola y Marcos estén muy
por la mística. Es verdad que vuelan y vuelan y vuelan… y que a veces no paran
de volar y volar y volar…Pero no levitan, he ahí una cuestión de peso. Os
imagináis a este chico fornido, que le ha robado el nombre a las antiguas monedas
alemanas, diciéndole a esta chica oji-preciosa y cuerpi-divina, cuyo nombre es casi
un ingrediente verde de la ensalada vegetal:
“Mariposa
volandera,
¿eres tú la
primavera?”
¿Y
por qué no? -diréis vosotros- si el chico está en trance de locura… ¿No hay ahí
una mística? Además, un piloto de avión,
cuyos despegues son siempre empinados y sostenidos, es normal que apunte a las
alturas, a los espacios siderales, a las galaxias abiertas, interminables,
infinitas…Y en ese cielo de estrellas, en el que tiene cerco la luna, el piloto
Marcos traspasará con su mirada a la
azafata Carola. Y le dirá con palabras penetrantes:
-Salí a surcar
el espacio
por derroteros
sin tiempo,
y en el confín
de tus ojos
vi un agujero
muy negro…
Y
la azafata Carola, como una estrella rociada por el fuego originario del big
bang, contestará profundamente conmocionada:
-Pero
muy negro, amor, muy negro. Esa es la profundidad cósmica en la que yo espero
encontrarte. Pasa de la torre de control, pasa de la tripulación, pasa del
pasaje, pasa del pasa pan, pásate de rosca y de frenada, pásate cien pueblos y diez
constelaciones consecutivas, pon el piloto automático, ámame…
¡Síiiiiiiiiii!
Ámame
con todo
quiéreme
con alma,
átame
a los mandos
de
este avión en marcha.
Porque,
vamos a ver, ¿qué es lo que espera una azafata deslumbrante como Carola de un
piloto aguerrido como Marcos, después de andar tanto tiempo en las nubes? A mí
no me cuesta nada imaginarla delante del avión agitando las banderas administrativas
del consentimiento aeroportuario y sin duda gritando de alegría:
¡Aterriza en mi ser!
Muere de amor y borrachera
Arrójate en el fuego de esta hoguera
en la que arde mi piel.
Muere sin fin y resucita
mil veces, para amarme
mil veces cada vez.
Ahógate de mí, muere de vida,
disuélvete en la herida
del querer.
¡Aterriza en mi ser!
Ofrécete con alma irracional
y enloquecida,
dilúyete en la lumbre del placer.
Derróchate en un beso permanente,
entiérrate en mi vientre
de mujer.
¡Aterriza en mi ser!
Muere de amor y borrachera
Arrójate en el fuego de esta hoguera
en la que arde mi piel.
Muere sin fin y resucita
mil veces, para amarme
mil veces cada vez.
Ahógate de mí, muere de vida,
disuélvete en la herida
del querer.
¡Aterriza en mi ser!
Ofrécete con alma irracional
y enloquecida,
dilúyete en la lumbre del placer.
Derróchate en un beso permanente,
entiérrate en mi vientre
de mujer.
¡Aterriza en mi ser!
-Ah,
querida mía –concluirá el piloto guerrero, fornido y aguerrido, desnudo ante el
amor y completamente exhausto-: nunca un aterrizaje no forzado ha sido tan
convulso y estrepitoso. Hemos cruzado el rubicón mágico de playtex, hemos
traspasado montes, valles y simas: ¡Sí, más! ¡Sí, más!... Pero al fin hemos
llegado al punto de destino, el puerto hospitalario, los hangares de la
serenidad, que ahora nos reúnen en este
abrazo de calma, de sosiego, de ternura…
-Y
dime: ¿has cambiado el cigarro consecuente o postamatorio, casi irrenunciable y
ya consuetudinario, por un abrazo de calma,
de sosiego, de ternura? ¿Y lo has hecho tú solo, piloto mío?
-Ah,
Carola, Carola…
Persigo la
ternura y su panal de miel
a través del
tiempo y sus inúmeras abejas.
¿O
no son las abejas, con sus alas delicadas y reverberantes, las precursoras de
los aviones? ¿Y qué son los aviones, sino esos vencejos desobedientes que, en
lugar de quedarse en los asientos del pasillo, asomaron el pecho a la
ventanilla del amanecer, que es donde se sientan los pilotos para deslumbrar a las
azafatas?
-O
sea, pavo real, que estabas desplegando la cola…
-Sí,
pero he entendido al fin que no hay cola que no haya sido inducida por un cebo.
Y en ese cebo piqué para arrojarme en los brazos de Shakira.
-Qué
bonito, Marcos, qué bonito del Norte…Yo también piqué, dicho sea en cristiano.
Pero ¿quién pilota ahora la nave de tus deseos, me lo puedes decir?
-La
pilotas tú, mi estrella luminosa, y yo seré por siempre tu azafato rendido.
-Oh,
Marcos, Marcos… Y yo tu reina de Saba
-A
ti me entrego, entonces, Makeda, con todos mis bártulos y haberes: ésta es la puerta de embarque, éste
es el avión, éste es el arranque de los motores. Toma las llaves. El depósito
está lleno de queroseno: “Quero seno” “Quero seno”… Vamos a despegar, mi
comandanta en jefa, vamos a lanzarnos a la aventura aérea del siempre inescrutable
futuro.
-Qué
sabio eres, Salomón, aún no te has casado y ya has entrado en razones. Me
enorgullezco de ti. Cuánto ahorro energético en estos tiempos de crisis. Y qué
listura la tuya, piloto traspasado por el rayo… vallecano. Vendrá el anochecer a
nuestra jaima, moro mío, y yo seré tu almohade y tu
reposo. Vendrá la luz del alba a despegar mis ojos, aún poblados de sombra, y al
instante sabré que no estarás en huelga.
No temas, amor,
el día es claro.
Fíate.
Abandónate en
mis alas
para este
próximo vuelo.
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