El Charco, Villajoyosa. Foto M. Estrada
El
otoño y el mar
Esta tarde he salido a ver el otoño y me he
encontrado con el mar. Podía decirlo de otra forma: esta tarde he salido a ver
el mar y me he encontrado con el otoño. Ellos, al igual que mi subconsciente, sabían
que los iba a ver a los dos, por eso estaban juntos y meneaban la cola. Yo no sabía
nada, pero es que, de los cuatro, yo soy el único que no se entera de la misa
la media. La media la perdí en el último atraco y en misa no me pillan, ésa es
mi disculpa. ¿Tendré que decir que he disfrutado? Pues sí, he disfrutado. Y
mucho. El mar me recibió con la palidez propia de una tarde de otoño, pero con
una cierta bravura. Tuve que fruncirle un poco el ceño. ¿Qué pasa contigo,
hombre, de dónde te viene hoy esa furia? En cambio el otoño estaba tierno y
manso. Y me dijo: soy tuyo. Y me besó. El otoño tiene los besos muy dulces,
como caramelos. Hacía un poco de viento, pero el viento se fue con el sol, a la
caída de la tarde, también se marchó mi subconsciente y yo quedé a solas con el
mar y el otoño, que es lo que trataba de conseguir.
El mar no se va nunca, claro. ¿Cómo se va a ir, el
pobre, y adónde, si nadie puede meterlo en su casa? Yo lo metería, pero ahogaría
todas las plantas y mi mujer no quiere. Además, se iba a aburrir mucho, porque
ya no está la Noah para ladrarle. Los gatitos sí están, pero solo de vez en
cuando. Además, se ahogan en un vaso de
agua. Los que no se ahogan son los picudos, los bichos que se ceban en las palmeras,
a ésos no hay forma de ahogarlos, tampoco el mar los ahogaría, seguro, aunque yo
lo trajera a mi casa. Son como dioses emergentes: aspiran a la inmortalidad. O
tal vez como reyes, que se conforman con los privilegios de Palacio, intocables
y muchos.
El otoño está ahí hasta diciembre, pero dicen que del
21 no pasa. Para entonces ya será viejo y morirá. A partir de ese momento, el
mar quedará frío y empezarán a
rechinarle los dientes, que los tiene dispuestos y afilados. Por eso viene el invierno, porque el mar se
siente abandonado, triste y solo. El 21 se lanzará a la piscina, si es que no
lo hace antes. Los árboles quedarán completamente desnudos, como el corazón de los que han
dejado de amar, y las olas se batirán en duelo contra las rocas de los
acantilados, hasta que se despierte nuevamente la primavera. Y es entonces,
solo entonces y nada más que entonces, cuando surgirán de verdad los brotes
verdes. Que ningún gobierno se empeñe en decir otra cosa.
Mariano Estrada, incluído en el libro "Los territorios de la inocencia" (2014)
Mariano Estrada, incluído en el libro "Los territorios de la inocencia" (2014)
Jinjoler (azufaifo) y almendro, sobre alfombra de trébol. El Charco, Villajoyosa. Foto M. Estrada
Mariano
Estrada. Paisajes Literarios
Excelente post!!! Disfrutemos del otoño y su hermoso colorido aun sin tener el mar cerca.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola, Ceditas: aunque vivo junto al mar desde hace muchos años (casi cuarenta), mis otoños más recordados están lejos de aquí, en un lugar donde los árboles son de hoja caduca, con predominio del roble. Naturalmente,suelen ser espléndidos. Gracias por tus palabras. Un abrazo
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