Almendro emergiendo entre plantas y flores. Jardín casa. Foto M. Estrada
Una mirada
por el retrovisor. Duodécima parte
Frases y versos jirones
de la vida 22
1.-
El futuro y las rosas
Una serena reflexión sobre la vida me
llevó un día a escribir esta frase: “Siempre quise ir a la cabeza, tirando
locamente del mundo. Ahora sé que es mejor empujarlo”. Y en ello me invertí
afanosamente durante un tiempo. Con lo que yo no contaba es con que el poder
está en unas manos cuyos dedos son tentáculos de corrupción que se extienden
por todos los estamentos de la sociedad. Frente a esa hidra creciente y
poderosa, ¿qué pueden hacer nuestros simples y bien intencionados empujones? Me
supe limitado, más aún: minúsculo. De manera que, sin dejar de empujar, pero
consciente del tamaño de mis fuerzas, me dispuse a clamar fieramente en el
desierto. Pronto me rehuyeron hasta las serpientes y los escorpiones, porque
entendieron los peligros de mi aparatosa locura. Había tomado una decisión por
la que mi conciencia se declaraba en rebeldía. Y, más que loco, me sentí
tremendamente libre. Desde ese momento, mi voluntad se somete únicamente a los
claros designios de las rosas, porque sé que, a la larga, es ahí donde tiene
que enraizarse nuestro futuro. (2013)
2.- Amor y odio
Si husmeamos un poco en la trastienda de los corazones, no
tardamos en ver que hay vidas que son odio, rencor, resentimiento. Hay muchas
miserias en el mundo en las que el amor tiene una difícil cabida.
3.- Los
montes hay que merecerlos despacio
Dada la escasa sensibilidad que, en términos generales, tiene la
sociedad contemporánea con los asuntos que afectan negativamente a la
naturaleza, el dinero –muy bien representado por las multinacionales, muy bien
asistidas por los políticos) tiene el campo abierto para dar rienda suelta a la
codicia. Creo que aún no somos conscientes del tamaño de la barbarie, pero esta
puede ser grande si, como parece, la conciencia del hombre se va sustituyendo
por el dinero. ¿Catastrofismo? De eso nos acusarán los que tienen bien montado
el negocio, pero, claro, ¿quién paga luego las ruinas? Ánimo, amigos, aunque la
escalada sea dura. Los montes hay que merecerlos despacio. (Mayo 2005)
4.- Integración y
convivencia
En principio, la mayoría de los que vienen a nuestros
países, vienen empujados por el hambre, la miseria y, en todo caso, atraídos
por un tipo de vida en el que creen que son posibles los “lujos” que se ven en
la televisión, también en la de ellos. Lo que pasa es que llegan aquí y se
encuentran con que, por lo general, para ellos son los suburbios, las zonas
marginales, la pobreza, todo lo que conduce a la desesperanza. ¿Les pediremos,
además, que renuncien a sus costumbres, a su religión, a su cultura? Yo creo
que eso es tanto como renunciar a su consuelo. Convivir es aceptar al otro, con
su otredad y sus diferencias. (07-11-2005)
5.- Sobre la
enseñanza
Pero ahora todo esto ha cambiado. Un día, en un pequeño
conflicto entre maestro y alumno, un padre se colocó ciega e irracionalmente al
lado de su hijo: “Usted a mi hijo no le levanta la voz” “Usted a mi hijo no le
toca” “Usted a mi hijo no le castiga” “Usted a mi hijo, tal” “Usted a mi hijo,
cual” “Usted a mi hijo”… Todo esto de forma brutalmente sentimental, a menudo
hasta sensiblera. Tal vez incluso primaria y, como digo, irracional. Ahí empezó
el acoso. Los espacios se fueron acotando, los maestros se fueron retrayendo.
Los niños se percataron de su poder... y lo ejercieron. Lo demás está ahí, con
variantes, a la vista de todos. Niños subidos a la parra y maestros sumidos en
la impotencia y cargados de inhibición y de depresiones. Éste es el panorama.
Quien tenga ojos que vea. Los maestros lo saben. Los políticos lo saben. Pero a
ver quién le pone ahora el cascabel al gato. (24-11-2005).
Rosas entre árboles con el fondo del mar. Foto M. Estrada
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