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Dos lustros de rejas
Hoy se han puesto de acuerdo las calendas
y he sabido por fin
las lunas inclementes que nos separan.
Detrás de su agonía –ya son lunas agónicas-
vendrán nuestras hadadas lunas de gozo.
Ello será al fin de una mágica aurora.
Habrán entrado los astros
en un solsticio de
invierno.
Los árboles habrán temporizado su fisonomía
con blancos copos de nieve
y el fuego del hogar
habrá reunido a los Lares en cónclave.
En el cielo habrá fulgores de estrellas
que habrán poblado la sombra
de antorchas tintineantes
y dos ángeles amigos
-sometidos con nosotros a esta larga vigilia-
bajarán en angarillas la primera luna.
¡Miradla!
Todo pasará la noche en que se cumplan
dos lustros de abstinencia,
de naufragios repetidos del pensamiento,
de sueños depositados
en
las alas de un pájaro invisible.
Los hombres velarán sus lánguidos desvelos.
Habrá tormentas cíclicas de un aire renovado.
Habrá banderas de júbilo
que solo verán nuestras mentes,
empedrados de flores adelantadas al tiempo,
caminos conectados al alba
por una
atmósfera lírica.
Y al final, tu mano.
Tu mano saturada de caricias inefables.
Tu sed, tu boca ya sin bozo, tu poema libre…
Y tus ojos.
Tus ojos entregados, húmedos y dóciles,
abiertos a un amor de siglos.
Del libro de verso libre Azumbres de la noche (1993)
Mariano Estrada www.mestrada.net
Paisajes Literarios
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