Foto tomada de internet sin ánimo de lucro
Amo la vida, por
eso quiero morir
Parábola
de los seres normales
Un día los
pájaros se echaron a volar con el propósito de
conseguir alimentos para los
suyos, pero la sequía era tan grande que
en el campo no había gusanos para
todos. Muchos de ellos, afligidos por enormes pesadumbres, quedaron
atrapados en parameras interminables, arboledas agostadas, humedales
desaparecidos y matorrales agónicos y
terrosos. No pudieron volver con sus polluelos que, desesperados, saltaron de los nidos porque sus bocas eran cuevas de hambre. Ya en el suelo, solo
encontraron polvo de amargura sobre una
alfombra mustia y seca.
Amo la vida, por
eso quiero morir
Parábola
de los seres normales
Somos
seres normales que, de pronto, nos hemos visto empujados por las tormentas procelosas
de este sobrevenido desierto y por la cruel voracidad de los que, nadando en la
riqueza, provocan la destrucción y se alimentan de la carroña. Tenemos miedo,
los pregoneros nos anuncian cataclismos en sus frecuentes discursos
sensacionalistas, que son como hogueras alimentadas con materiales de polvorín.
Cada
cierto tiempo, mediante un giro momentáneo de la sonrisa, nos recomiendan
tranquilidad, paciencia y optimismo. Sin embargo, con la parte escondida de sus
propósitos –que es donde reside su verdadera voluntad-, nos someten a ultrajes
e injusticias que se clavan como alfileres en el costado y debilitan mucho la
fe, ya de por sí resquebrajada. Entre nosotros hay sectores amplios que se
reparten el hambre…
En
realidad, somos gente despavorida que tiene herido el espíritu. Estamos casi
abatidos por el poder y la rapacidad de los depredadores, que son cada vez más
perniciosos y carroñeros. La esperanza que nos queda tiene las alas encogidas.
Somos un manojo de nervios y de temblores, unos pobres pájaros desorientados
que, ante estas nubes tan negras y persistentes, han tenido que sentarse en el diván de un psicólogo. ¿Para qué? Para apagar los terremotos
del pesimismo, que, la verdad, nos hierve en las calderas del pensamiento y nos
llena el corazón de quemaduras.
Cuando
llega la noche, nuestros sueños, que ayer fueron pájaros de paz y mariposas de
ingravidez y fantasía, ya no perciben la luz en las estrellas.
Yo
soy uno de tantos agraviados a quien, ocasionalmente, el azar ha elegido para
dar testimonio de esta cruda verdad. Amo a la gente como yo, que canta y llora.
Amo la naturaleza y la palabra. Amo la vida, amo profundamente la vida. Pero tengo mucho miedo. Por eso
quiero morir antes de que los buitres me devoren.
Mariano
Estrada
Hola Mariano. Creo que eres tan sensible como yo y todo lo que expresas es algo que me inquieta bastante, aunque no falte quien nos tilde de un poco locos.
ResponderEliminarEspero nuestros deseos se cumplan pero que no este muy cerca; pues tienes mucho por compatirnos.
y yo mucho por leer.
Un abrazo.
Diana León
Hola, Diana:
ResponderEliminar"Los locos son los trazos de los nuevos caminos. Por ellos andarán sin miedo los hombres que ya no quieran perderse".
Yo no me inquietaría por lo que alguien pueda decir de mi sensibilidad. Si es lúcida, la locura enriquece el espíritu.
Gracias y un abrazo
Lo siento triste, el corazon se me hizo como pasita. Saludos poeta!,,
ResponderEliminarEs que tu corazón es bueno, Sillercita. Ojalá la tristeza proviniera únicamente de lo que se dice en el texto. Pero, para muchos, la realidad es aún más cruda.
ResponderEliminarUn abrazo
:(
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