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martes, 10 de abril de 2012

Amo la vida, por eso quiero morir



Foto tomada de internet sin ánimo de lucro


Amo la vida, por eso quiero morir
Parábola de los seres normales

Un día los pájaros se echaron a volar con el propósito de  conseguir alimentos  para los suyos, pero la sequía era tan grande que  en el campo no había gusanos  para todos. Muchos de ellos, afligidos por enormes pesadumbres,  quedaron  atrapados en parameras interminables, arboledas agostadas, humedales desaparecidos  y matorrales agónicos y terrosos. No pudieron volver con sus polluelos que, desesperados,  saltaron de los nidos porque sus bocas  eran cuevas de hambre. Ya en el suelo, solo encontraron polvo de amargura sobre  una alfombra mustia y seca.

Amo la vida, por eso quiero morir
Parábola de los seres normales

Somos seres normales que, de pronto, nos hemos visto empujados por las tormentas procelosas de este sobrevenido desierto y por la cruel voracidad de los que, nadando en la riqueza, provocan la destrucción y se alimentan de la carroña. Tenemos miedo, los pregoneros nos anuncian cataclismos en sus frecuentes discursos sensacionalistas, que son como hogueras alimentadas con materiales de polvorín.
 
Cada cierto tiempo, mediante un giro momentáneo de la sonrisa, nos recomiendan tranquilidad, paciencia y optimismo. Sin embargo, con la parte escondida de sus propósitos –que es donde reside su verdadera voluntad-, nos someten a ultrajes e injusticias que se clavan como alfileres en el costado y debilitan mucho la fe, ya de por sí resquebrajada. Entre nosotros hay sectores amplios que se reparten el hambre…

En realidad, somos gente despavorida que tiene herido el espíritu. Estamos casi abatidos por el poder y la rapacidad de los depredadores, que son cada vez más perniciosos y carroñeros. La esperanza que nos queda tiene las alas encogidas. Somos un manojo de nervios y de temblores, unos pobres pájaros desorientados que, ante estas nubes tan negras y persistentes, han tenido que sentarse en el diván de un psicólogo. ¿Para qué?  Para apagar los terremotos del pesimismo, que, la verdad, nos hierve en las calderas del pensamiento y nos llena el corazón de quemaduras.
 
Cuando llega la noche, nuestros sueños, que ayer fueron pájaros de paz y mariposas de ingravidez y fantasía, ya no perciben la luz en las estrellas.

Yo soy uno de tantos agraviados a quien, ocasionalmente, el azar ha elegido para dar testimonio de esta cruda verdad. Amo a la gente como yo, que canta y llora. Amo la naturaleza y la palabra. Amo la vida, amo profundamente  la vida. Pero tengo mucho miedo. Por eso quiero morir antes de que los buitres me devoren.

Mariano Estrada



5 comentarios:

  1. Hola Mariano. Creo que eres tan sensible como yo y todo lo que expresas es algo que me inquieta bastante, aunque no falte quien nos tilde de un poco locos.
    Espero nuestros deseos se cumplan pero que no este muy cerca; pues tienes mucho por compatirnos.
    y yo mucho por leer.
    Un abrazo.
    Diana León

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  2. Hola, Diana:
    "Los locos son los trazos de los nuevos caminos. Por ellos andarán sin miedo los hombres que ya no quieran perderse".
    Yo no me inquietaría por lo que alguien pueda decir de mi sensibilidad. Si es lúcida, la locura enriquece el espíritu.
    Gracias y un abrazo

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  3. Lo siento triste, el corazon se me hizo como pasita. Saludos poeta!,,

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  4. Es que tu corazón es bueno, Sillercita. Ojalá la tristeza proviniera únicamente de lo que se dice en el texto. Pero, para muchos, la realidad es aún más cruda.
    Un abrazo

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