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miércoles, 7 de septiembre de 2016

Martina cumple cuatro años. ¡Felicidades!



 Martina en la playa, sep. 2016. Foto Patricia Estrada


Martina cumple cuatro años. ¡Felicidades!

     Hola, Martina:
     Tenías tantas ganas de cumplir cuatro años que hoy, siete de septiembre de 2016, casi te costará creer que los cumples. Pero es verdad: los cumples con todas las garantías. De hecho,  los has cumplido ya. Al fin has alcanzado a tus amiguitas y amiguitos, a tus compañeras y compañeros de colegio. Porque eso era lo que tú deseabas en realidad, sin tapujos ni disimulos. Dichosas las edades en que las mujeres quieren ponerse años encima…
     -¿Qué dices, abuelito? No te entiendo.
     -Nada, Martina, ya lo entenderás cuando seas mayor…
     -¿Cuándo tenga cinco años?
     -Eso, cuando tengas cinco años…
     -¿Y entonces seré como tú?
     -¿Quieres ser como yo?
     -Sí, abuelito.
     -¿Para qué?
     -Para decir tonterías…
     -Vaya, ¿crees que digo tonterías?
     -Sí, muchas tonterías.
     -¿Y tú no dices ninguna?
     -Yo digo abuelita caca.
     -Ah, pues esa es una buena tontería.
     -Y abuelita culo y abuelita pedo pis.
     -¿Y ya está?
     -Sí, ya está. Es que soy algo pequeñita.
     -¿Pequeñita? ¿No dices que ya eres mayor?
     -Sí, también soy mayor. Soy un poco mayor y un poco pequeñita.
     -Claro, claro… ¿Quieres que te cuente una historia sobre eso?
     -Sí, cuéntamela.
     -Pues verás, estaba yo un día en el parque del Moro…
     -¡Eh! Ese es mi parque…
     -¿Ah, sí?
     -Sí, abuelito, tú me llevas a veces.
     -Pues verás, estaba en ese parque con una niña. ¿Sabes quién era?
     -Martina.
     -Bien, pues estaba en ese parque con Martina, una niña muy guapa y muy buena que tiene cuatro abuelitos.
     -No, tengo dos abuelitos y dos yayos.
     -¿Y yo qué soy?
     -Tú eres mi abuelitito y tienes pito.
     -¿Y tú qué tienes, bicheja?
     -Yo tengo pomita, como mi mamá.
     -Bien, pues la niña en cuestión se puso a escalar en una de esas redes de cuadros verticales… ¿Sabes a cuales me refiero?
     -Las escalo todos los días, abuelito.
     -Ya lo sé, y lo haces con tanta facilidad que me asustas.
     -¿Por qué?
     -Porque si te caes te pegas un buen porrazo contra el suelo, que es de tierra y tiene muchos pedruscos.
     -Pero no me he caído…
     -No, no te has caído, menos mal…
     -¿Por qué menos mal?
     -Porque si te caes te rompes la espalda.
     -¿Y entonces no podría llevar la mochila?
     -Eso, tendrías que tener un perrito que te la llevara…
     -¿Un perrito? Querrás decir un novio.
     -¿Un novio?
     -Sí, abuelito, ¿para qué están los novios?
     -No sé, ¿para cargar con las mochilas de las niñas que se rompen la espalda porque el Ayuntamiento no tiene dinero?
     -¿El Ayuntamientooooo? Yo no sé qué es eso, abuelito.
     -Yo tampoco, hija, tendremos que aprenderlo cuando seamos mayores.
     -Tú ya eres un poco mayor.
     -Es verdad, pero me pasa como a ti, que todavía no comprendo ciertas cosas.
     -Da igual, abuelito, ya las comprenderemos.
     -Eso, cuando cumplamos cien años entre los dos. Lo que ahora tenemos que saber es que tú te pusiste a escalar en esas redes y yo vi que ese no era tu día, que te costaba un poquito, que te costaba incluso mucho, que te costaba mucho más que de costumbre…
     -Estaba cansadita…
     -Sí, estabas cansadita, pero hiciste un gran esfuerzo y finalmente llegaste al otro lado… ¿Y sabes lo que dijiste al llegar?
     -No me acuerdo.
     -Pues mira, te volviste hacia mí, te pasaste la mano por la frente, me miraste y me dijiste de forma muy expresiva: “Uf, estoy mayor”…
     -¿Que estás mayor, Martina? –te contesté-. Pero si solo tienes tres años…
     -Tres y medio, abuelito, tengo tres años y medio…
     -Es verdad, cariño, te estaba quitando de un plumazo el 15% de tu vida…

  Martina en la playa, sep. 2016. Foto Patricia Estrada

Pues bien, llegados a este punto, te quiero felicitar muy en serio, Martina. Y no solo por los cuatro años que cumples, sino también porque el día 2 de septiembre, cuando faltaban 5 días para cumplirlos, comiste con la abuelita y conmigo. ¿Y qué pasó? Pues que después de comer te dije que en tu segundo cumpleaños te había escrito un poema.
     -¿Un poema? –te sorprendiste.
     -Sí, ¿quieres que te lo lea?
     -Sí, abuelito, léemelo.
     Te lo leí. Y la sorpresa que nos llevamos la abuelita y yo fue mayúscula, ya que no solo lo comprendías, sino que también lo escenificabas mientras yo lo iba leyendo. Y lo que es más y mejor: al terminar de leerlo me dijiste:
     -Otra vez, abuelito.
     -¿Quieres que lo lea otra vez, Martina?
     -Sí, quiero que me lo leas otra vez.
     Aclaro que se trata de un poema que tiene siete estrofas, 27 versos, 138 palabras, 557 caracteres. ¿Y me pide que se lo lea otra vez? A esta niña le va la poesía, no hay duda. ¿Y eso es bueno o es malo? Eso es fantástico, naturalmente. Pero ella no lo sabe, tampoco necesita saberlo. De momento, lo que tiene que hacer es jugar. Ir al cole y jugar. Jugar mucho. Jugar todo el día. Ya vendrá el tiempo de los deberes. Y entonces tendrá que hacer los deberes y jugar. Y luego… Bueno, luego vendrán otras cosas, pero si ha jugado lo necesario y se ha divertido lo suficiente, esas cosas serán mucho más fáciles. De todos modos, a partir de ahora, yo le dejaré caer de vez en cuando algunas puntadas de lirismo para que ella vaya ligando la realidad con sutiles hilvanes de poesía. Y, por supuesto, le seguiremos diciendo tonterías…
     -A ver, Martina, ¿cuántos años cumples?
     -Cuatro.
     -¿Y ayer cuántos tenías?
     -Tres.
     -Pues cuatro y tres son siete. Más tres de los cumples anteriores y cinco del que viene… ¡Vaya, dan la niña bonita! Pronto pedirás la independencia…

 Martina en la playa, sep. 2016. Foto Patricia Estrada

Felicidades, Martina, por esos cuatro años que acabas de cumplir. Felices besos, felices arrumacos de tus amiguitos y amiguitas y de las personas mayores que te quieren. Felices juegos, felices globos, felices chuches y helados… Felicidades a tus papás, que te dieron el amor y la vida. Y gracias a Dios por conservártela tan maravillosa y tan sana.
     Un achuchón de la abuelita, que te quiere con locura. Y otro del abuelito, que lo cura todo con lo que te quiere.
     Mariano, en nombre de todos tus abuelitos

  Martina en la playa, sep. 2016. Foto Patricia Estrada
 07-09-2016

6 comentarios:

  1. Martina, por fin llego tu deseado cumpleaños. ¡Son cuatro, no te equivoques con los trabalenguas de tu abuelito!

    ¡¡¡ FELICIDADES Y QUE CUMPLAS MUCHOS MÁS!!!

    Dios -que te ama más que mamá y papá y que los abuelitos y los yayos y que todos nosotros juntos-, te estreche entre sus brazos con su ternura, te lleve de la mano, te guie por el camino del bien, te bendiga con la gracia y sabiduría del espíritu, la felicidad y la verdad en todo lo que sea más bueno para ti.

    Después de las cosas tan bonitas y “locas” que te dice tu abuelito, ¿qué te puedo decir yo? Solo que te quiero con más locura que el abuelito y abuelita juntos. Y que quiero tanto a tu mami y a tu papi como a ti, porque te han dado la vida y eres tan preciosa y eres su amor, su alegría, su todo.

    Te recuerdo tanto… que no lo sé ni decir. Cuando me despedí de ti el 25 de agosto me miraste con tristeza. Era más de media noche y aunque tenías sueño me preguntaste: ¿por qué te vas? Tengo que irme con mis niños de Kiev, pero estaré aquí cuando tú vayas a cumplir 5 años. Sí, dijiste, cinco años y entonces ya seré mayor.

    Tú seguías bebiendo la limonada de mamá. Yo veía complacida el gusto con que la tomabas y dije de pasada: es muy saludable. Como mama te decía, Martina, ya no tomes más que te hará daño, tú respondiste: “mamá, es muy saludable”. No se te escapa una, las pillas al vuelo y las aplicas en el punto justo.

    Tantas cosas bonitas viví contigo, que no las puedo almacenar en mi recuerdo. Tú me hablabas en valencià y yo a veces no te entendía y tú me decías, ¿tú hablas castellà? No, yo hablo ruso. ¿SÍ? A ver. Y nos reíamos como tontas, tú repitiendo las palabras que habías escuchado en ruso y yo de lo bien que las decías.

    Eso del ruso y los rusos, funciona en tu cabecita, serán películas, será que oyes cosas no agradables, porque un día que no baje a la piscina con vosotros, tú me llamabas. El abuelito me contó que decías: Antonia, ven, que vienen los rusos.

    Después yo me metí en la piscina y tú te sentaste para "cuidarme" porque pasaba un avión y me gritaste: ¡que vienen los rusos! ¿Y qué pasa con los rusos?, te pregunté. Pues no sabes que son malos…

    Otro día me preguntaste si conocía a tu tío Dani, ese que tiene una heridita en su mano. Sí, claro que lo conozco, ¿ese chico que juega contigo y te pone una nariz de Pinocho con el cucurucho del helado? Sí, ese es mi tío Dani.

    Bueno, pequeños recuerdos llenos de ternura, de sol, de luz y de gran amor por ti, mi pequeña y “grande Martina”, la que llena la casa con sus risas, sus historias, y sus conversaciones adultas y razonables con mama o papa o la yaya con su teléfono de mentira.

    Que seas feliz siempre y, hoy de forma especial, en la fiesta con tus amiguitas y amiguitos. Muchos besitos de cumple y a jugar a la playa y a la piscina con ese tiempo tan bueno que tenéis. Las fotos lo dicen. Y qué guapa estás. Más besos, y más y más ¡felicidades!

    Antonia

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    1. Vaya, Antonia: pues has escrito otro artículo de felicitación. Muy bonito, por cierto. Se nota que tienes de Martina vivencias muy recientes, tan recientes que son de agosto. Nos alegramos de que te llevaras una impresión tan magnífica. Ya ves que la nila es realmente cautivadora.
      La fiesta estuvo muy bien, se divirtió de lo lindo y terminó realmente cansada. Pero feliz. Un beso.

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  2. Felicitaciones al abuelo por su arte en plasmar y transmitir tan bellos momentos y por supuesto, felicitaciones cuatruplicadas a Martina por su nuevo cumpleaños. Leer lo que has escrito por la ocasión, da mucha ternura. Gracias por compartir tan bellos sentimientos y tal vez algún día Martina logre saber que desde un país muy lejano al suyo, alguien le ha acercado un beso.
    Abrazo para ambos.
    Victoria

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    1. Muchas gracias, Victoria, en mi nombre y en el de Martina. Me satisface que hayas destacado la ternura por encima de todo, incluso de las tonterías. Los diálogos que has leído son casi calcos de la realidad. Yo solo puse un poco de orden.
      Queda constancia de ese beso tuyo, pero Argentina, para nosotros, no es un país lejano.
      Un beso a tus nietos. Y otro para ti

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  3. Amigo Mariano, tienes la nieta más maravillosa del mundo.

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  4. Muchas gracias, Álvaro: difícilmente te puedo decir yo otra cosa. Lo que sí quiero decirte es que los nietos son todos maravillosos. Tendría que haber muchos más nietos en el mundo. Y especialmente en España, que tenemos muy pocos. Un abrazo

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