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sábado, 31 de diciembre de 2016

Lo que toco mejor es el violón


Rosa y Mariano, en el Trestellador de Benimantell, Alicante


Lo que toco mejor es el violón
Divertimento para acabar el año
A la vista de una memorable fotografía en la que se me ve tocando la guitarra, alguien muy cercano me hizo esta pregunta:
     -Mariano, ¿qué ha sido de tus aficiones y escarceos musicales? Yo sé que has tocado muchas cuerdas.
     -Es verdad, he tocado muchas cuerdas y muchos palos. Por ejemplo: toqué una vieja guitarra que, teniendo talle de flor, acabé abandonando en un trastero. También toqué la flauta, pero vi que las pastoras preferían el rabel y las urbanitas suspiraban más bien por el contrabajo en los salones de jazz. Antes había tocado la armónica, pero ella era casta y pura y no quiso que pasáramos a mayores. Después canté en un coro, del que tuve que distanciarme por culpa de un traslado de residencia…

     -¿Y no te ha dado pena ir dejándolo todo?    
     -Sí, pero solo hasta cierto punto. Verás, tengo un oído excelente, pero sufridor: mi voz  -que era mala pero valía para acompañar- fue dañada en alguna de sus cuerdas por el ejecutor de una innecesaria gastroscopia, que es la cosa más tonta  que me he dejado hacer en la vida. Y vaya si me he dejado hacer cosas tontas…
    
-¿En serio? Dime alguna.
     -Pues mira: un alemán me metió repetidamente la cara entre las tetas de su mujer, a la que previamente había hecho levantarse de la cama tan solo para que yo la conociera… ¿No es una cosa realmente tonta? Él bebía cerveza y la meaba, pero a mí me metió once copas de anís por el coleto y no había micción que me socorriera. ¿Que cómo lo hizo? Era un tío grande y fuerte,  me sujetaba la barbilla y empujaba fieramente al mono, que era la marca del anís.
     -¿Y a esto llamas tú tocar el violón, a retozar entre las tetas de una alemana y anticipar en ocho años la escena de la Estanquera de Fellini?
     -No, no, tocar el violón es haber tonteado con muchas cuerdas y no llegar a ahorcarse con ninguna.          
     -Para eso siempre hay tiempo, amigo: yo tengo en casa una fluba, un octabajo y un nelófono. Te los puedo dejar sin contrapartida. Cualquiera de ellos es bueno para provocar el desánimo e inducir el suicidio musical…
     ¿Hará falta decir que mi interlocutor era músico? Desestimé la oferta, naturalmente, pero no porque no fuera interesante, que lo era, sino por simple falta de espacio. ¿Dónde meter semejantes instrumentos? Solo hay que ver los andamios que requiere un octabajo. Mide 3,70 metros de altura, ni siquiera me cabe en el garaje…
     Mariano Estrada, 31-12-2016

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