Foto tomada de internet sin ánimo de lucro
Queridos
trabajadores:
No hace mucho tiempo que cierto empresariado paternalista, tal
vez con buenas intenciones, pero también con elementales comidas de cerebro, pretendió
que los trabajadores se sintieran parte integrante de las empresas para las que
trabajaban. O, dicho de otro modo, que sintieran a esas empresas como suyas. Y
es cierto que ganaron algunas voluntades, sobre todo de cargos intermedios con
visos de prosperar y con determinados alicientes compensatorios. Lo que quiere
decir que, en la eterna disputa empresa-trabajador, por interés propio, se
pusieron de parte de la empresa. Los trabajadores sin rango ni proyección, con
menos alicientes y perspectivas, fueron
más escépticos, pero acaso se quedaran con la copla de que si uno se siente
implicado en la empresa para la que trabaja, está dispuesto a soportar un
sacrificio mayor. Yo tuve ocasión de asistir a una de esas reuniones
iniciáticas, impartidas por monitores con cursillo de oportunidad. Y les puedo
decir que salí realmente hiposo y enternecido, tanto que me puse a escribir
unas palabras con las que los cargos más altos de las empresas aludidas, de
haberlas llegado a leer, hubieran estado completamente de acuerdo. Son estas: