Tras la celebración de una fiesta a la que inexcusablemente estábamos invitados, había llegado la hora de la despedida. Como muchos de los asistentes, yo seguía sus movimientos mientras ella caminaba hacia el coche que iba a distanciarla de mí. Eran movimientos elegantes, como corresponde a una mujer tremendamente hermosa que, además de ir de largo, vestía con esmero y con gusto.
El vestido era de miel, como sus ojos. Al abrir la portezuela del vehículo, giró de golpe su cuello y me miró. Lo hizo con tanta honestidad, que yo no tuve duda ninguna de las cosas que quiso transmitirme: unas cosas que, desligadas de toda vanidad, he tratado de resumir en estas breves palabras: Agradezco y comparto tus sentimientos, me reconozco en tu admiración, lo que no es ni será, bien pudo haber sido.
Mariano Estrada,
de
la contraportada del libro Amores colaterales (2006)
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