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Geografía de don Quijote
Por la misma razón que refiriéndome a Extremadura mis pensamientos no pueden separarla de sus grandes descubridores, y sólo un poco después aparecen las bellotas de encina, las Hurdes, los castúos o el gran poeta Chamizo; por la misma razón que Gandhi se me antoja tan extenso como la India, que es un país interminable, o Jesucristo más grande que Israel en su diáspora sin tiempo ni confines; por esa misma razón, digo, la figura de Don Quijote se antepone a cualquiera de las percepciones que yo pueda tener de La Mancha. Y mira que La Mancha tiene formas para percibir, ya sea en personajes históricos, en llanuras de vino y cereal, en artes multiformes o en culturas dilatadas y superpuestas.
Ocurre, sin embargo, que la historia, las artes, la cultura e incluso el territorio, son formas de un patrimonio más o menos intercambiable. Rica o pobre, no hay región española que no tenga los más bellos monumentos, los paisajes más hermosos, las figuras más altas y señeras. Pero hay una tan sólo que, para honra de la humanidad, ha logrado reconocerse en un mito (un mito entrañable, ciertamente, pero de asimilación harto engorrosa, ya que exuda a un tiempo necedades y sabidurías), sustanciarse con él y convertirlo después en el ser más confluido de España, la del corazón invertebrado, la de los grandes amores y no pequeños odios, la que es hospitalaria y excluyente, la contradictoria por naturaleza, la que por ser ignorante es depositaria de la iluminación: ese rayo de luz atravesado por los duendes de la locura... "Los locos poblarán todas las casas / Los locos son los trazos de los nuevos caminos / Por ellos andarán, sin miedo / los hombres que ya no quieran perderse".
- ¡Oh!, Sancho, amigo, ¿Oyes por ventura la voz de este iniciado en el insigne y ya no nuevo ejercicio de los profetas?. Pues yo te digo: tiempos vendrán en los que el pensamiento ha de ser secuestrado por la ciencia y el mundo será gobernado por unas herramientas infernales, las máquinas. Entonces, más que nunca, serán imprescindibles los Caballeros Andantes para arrojar de sus castillos a los malandrines cibernéticos y poblar los cementerios de una descomunal chatarrería.
- Dios oiga a vuestra merced, señor, y Vulcano ponga al lado una fragua; que el camino que llevamos viene siendo grijoso y Rocinante va ligero de cascos. Y ya que se pone a mirar, mire vuestra excelencia si el archipámpano de Manhattan, cuyo nombre es Bill Gates, tiene alguna ínsula en estado de sobrantía o malbaratado desgobierno.
Mariano Estrada www.mestrada.net Paisajes Literarios
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