Río Guadalquivir a su paso por Sevilla. Foto tomada de internet sin ánimo de lucro
Queridos amigos:
Tras las sentencias del Tribunal Constitucional, anulando los artículos 51 del Estatuto de la Comunidad Autónoma de Andalucía y 75 de la Comunidad Autónoma de Castilla y León, que hablan de la capacidad normativa sobre el agua y la gestión de la misma, ya tenemos un poco más clara la respuesta a la pregunta: ¿De quién son los ríos?, que nos hacíamos cuando ambas comunidades, de uno u otro modo, se los querían apropiar con la anuencia de los políticos que representan a todos los españoles (Dice Herrera que ellos sólo querían apropiarse de la gestión, pero tanto me da).
Lo bueno de esta sentencia es que no sólo no se ha avenido a la errónea decisión política tomada por el Parlamento de la Nación, sino que se ha pronunciado abiertamente contra ella. Es decir que, por una vez y sin que sirva de precedente, se ha impuesto la independencia de los poderes del Estado y Montesquieu ha sonreído gozosamente desde su tumba. Y hasta puede que Alfonso Guerra haya sentido en sus carnes el alivio.
Lo auténticamente grave de todo esto es que, como queda bien claro en la decisión del Tribunal, el poder político se había pasado por el orto el interés común de los españoles. Y es por el orto, precisamente, por donde los diputados tendrían que meterse ahora esos artículos de los Estatutos ¿O se van a ir de rositas? No sé, ¿usted que cree? ¿Yo? Mucho me temo que sí.
Un abrazo
Dejo aquí el artículo mencionado, que fue escrito cuando se estaba gestando el Estatuto de de la Comunidad Autónoma de Andalucía y había un rifirrafe entre los Presidentes autonómicos Chaves e Ibarra.
¿De quién son los ríos?
Los ríos, que desde tiempos inmemoriales han sido lazos de unión, han empezado a ser motivo de discordia, especialmente entre los altos profesionales de la política. “Este río es de mi tierra y mi tierra soy yo. A su lado vivo, de su agua bebo, en él me reconozco y me solazo. Luego este río es mío y de este río me río”. (De la vena fluente de un político apócrifo que llamaba al rioja River-ha).
El Ebro, que antes guardaba silencio al pasar por El Pilar, porque no quería despertar a la Virgen, ahora es motivo de gresca entre las dos grandes fuerzas políticas de España, camisa blanca, como consecuencia del fallido Plan Hidrológico Nacional. En su día, el Cabriel fue motivo de duros enfrentamientos entre las Comunidades de Valencia y de Castilla-La Mancha, en el punto concreto de sus Hoces. Unos, aparentemente, por preservar la belleza; otros, aparentemente, por mejorar la comunicación. Y ahora le toca al Guadalquivir, al que parece que quieren meter en un Estatuto, tal vez en una Realidad Nacional, lo que tiene mucha minga, Dominga. Pero ya les ha dicho Ibarra que son un poco chorlitos o cabezabuques, porque algunos afluentes del Guadalquivir nacen precisamente en sus tierras. Además, ¿quién puede asegurar que un día Sevilla no pida anexionarse voluntariamente a Extremadura? ¿Ein? No sé, pero tal como andan las cosas…
Antiguamente, los ríos pasaban por aquí y por allá y los ciudadanos aprovechaban sus aguas para regar sus tomates y cebollas, para moler sus cebadas y centenos, para darse un chapuzón o para pescar algún que otro barbo, pero luego se desentendían de ellos y los olvidaban porque alguien había sentado un precedente muy sensato que, si no sentaba cátedra, servía al menos de jurisprudencia: “agua que no has de beber / déjala correr”. Había ríos que, al menos en alguna de sus partes, corrían tan olvidados que un prestigioso poeta se vio obligado a cantar: “Río Duero, río Duero / nadie a acompañarte baja”. Bien es verdad que Gerardo Diego hacía la salvedad de los enamorados, ya que estos ponían a los ríos como testigos de sus grandes amores.
Y hemos de hacer también la salvedad de algún pájaro de cuenta que, con la nocturnidad requerida, bajó a borrar las huellas de un odioso crimen: “Amor mío, si te vas / no bebas agua del Duero / que lavaron el puñal / con que mataron a Diego”. De hecho, había ríos tan libres y tan respetados que, aun siendo muy modestos en su caudal y en su recorrido, la gente les pedía permiso para pasar, tal es el caso del Manzanares, que, a su paso por Madrid, bien podía haberse hecho colchonero de pro. Discurrían tan libres y tan limpios que, cuando algo se interponía en su camino y los perturbaba, enseguida se hacía público y notorio. Este es el caso del Nervión, por el que un día dijeron que bajaba un bicho extraño…
Que yo sepa, nunca antes los ríos habían tenido un carácter particular, como el patio de mi casa, sino que siempre habían sido bienes comunes y públicos. Daba igual dónde naciera o por dónde pasaran, porque eran igualmente de todos. Miños y geniles, tajos y bernesgas, mundos y jalones, eslas y guadianas, fontirines y júcares, arlanzas y cuervos, jaramas y seguras. Bueno, en un momento dado, el Jarama fue un poco de Ferlosio, pero sólo en un plano simbólico y honorífico. De manera que todos eran ríos de todos. Todos eran ríos de nadie. Y en Andalucía, particularmente. De hecho, el famoso Río de Miguel Ríos no se sabe cual es, porque ni siquiera tiene nombre. Es más, los autores de la universal Macarena son “Los del río”, pero ¿de qué río?
Solo usted, señor Chaves, pretende que el Guadalquivir tenga dueño. Y que este sea un sujeto jurídico llamado Realidad Nacional Andaluza. O algo así. Que vaya si tiene cojones. No me extraña que Ibarra se cabree, aunque yo ha he descubierto que Ibarra se cabrea solamente de boquilla, justamente por donde suele morir el pez. Luego se tragará el Guadalquivir con todas sus poluciones como un día no lejano se tragó el Estatuto de Cataluña, que ese sí que es un río, pero de tinta. Y tiene asimetrías como sapos. Y monstruos de lesa financiación.
Si empezamos a pegarnos por los ríos ¿qué será de nosotros y de nuestras vidas? Todos sabemos que “Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir”. Nos lo dijo Jorge Manrique, ya hace muchos años. Yo estoy de acuerdo con él, y no me gustaría nada que el pequeño río de mi vida fuera esclavo de ningún politicastro con ambiciones ni de ninguna entidad jurídica con rango de eufemismo nacional.
La prueba más contundente de que los ríos no son de nadie es que, en realidad, nadie los ha podido nunca hacer suyos. Ya lo dijo Heráclito, el filósofo de Éfeso: “No te bañarás dos veces en el mismo río”. Señor Chaves: el Guadalquivir no es un río, sino muchos ríos, infinitos ríos. Cuando usted quiera apropiarse de uno de ellos, este empezará a sonreírle desde las proximidades de la costa, que es donde los ríos remansan. Y luego desde el mar, que es al que voluntariamente se entregan.
Mariano Estrada http://www.mestrada.net/ Paisajes Literarios
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Río Duero, a su paso por Zamora. Foto tomada de internet sin ánimo de lucro
Lo que es una "vergüenza"es que esos que se llaman defensores de la libertad quieran para "ellos"lo que en realidad es de todos los españoles,y que tengan la cara de decir que van a revisar con lupa la sentencia para ver si pueden recurrirla y ganarla.
ResponderEliminarEn fin,algunos políticos siempre estarán en donde nunca debieran haber salido.........en el barro.
Un saludo
Aladino
Vaya, Aladino: lo podías haber dicho más alto, pero no más claro. Sí, parece ser que a los políticos les gusta estar enfangados. Y mienten más que hablan. Y niegan la evidencia con una naturalidad que asusta. Y se agarran como lapas a la poltrona. Ahora tienen que aceptar que se les niegue una cosa que daban por hecha. E insisten en el error en lugar de pedir disculpas a los ciudadanos. Tú lo has dicho: "vergüenza". Un abrazo
ResponderEliminarA mí, este asunto de "río mío,río tuyo" en el que andan ahora engarzados los políticos, me da risa. Como bien defiendes en tu escrito, Mariano, los ríos pertenecen a tierra de nadie, fluyen libres, y ya viejos mueren en el mar de todos. Falta de sesera y madurez arrastran nuestros políticos, y como niños en patio de colegio se disputan trazos de río como si fuera juego de canicas.
ResponderEliminarUn abrazo. Ascensión.
Pues estamos totalmente de acuerdo, Ascensión. Pero se ve que los políticos tienen un coco en el cerebro que les impide pensar racionalmente.
ResponderEliminarEn cuanto tocan el poder, el bien común se pone al servicio propio y de los amigos.
Gracias y un abrazo