Foto tomada de internet sin ánimo de lucro
Secuencias del amor
Creced y multiplicaos
(Génesis 1, 28)
En el año1969, siendo yo estudiante en Madrid y habitante de
una pensión situada en la calle Gaztambide, cuyo número no quiero airear y cuya
dueña era viuda, buena, divertida, avariciosa y campechana, tuve por compañero
temporal a un joven andaluz de 22 años que, en determinados aspectos, rompía
todos los moldes que uno pudiera tener establecidos, por más que éstos
incluyeran la generosa flexibilidad de las ligas. Así, por ejemplo, un día
supimos con asombro que era el mayor de una familia de 22 hermanos, lo que, más
que una familia numerosa, parece un desafuero preternatural.
El chaval era atento, educado, humilde, servicial, amable,
gracioso y desprendido. Y lo era todos los días, sin excepción. Quiero decir
que no se le advertían nubarrones en el carácter y que no se cansaba nunca de
ser lo que más y mejor era: una buena persona. Como no se cansaba tampoco de
comer, hasta el punto de que en eso parecía un pozo sin fondo. Podría dar
detalles al respecto, pero no voy a perderme en decorados ni en exteriores,
sino que quiero ir directo a la mismísima esencia. Y ésta era que, cuando
tocaba comer patatas –cosa que ocurría casi todos los días-, su madre les
entregaba el saco para que se entendieran directamente con ellas. Ya sabéis, el
pelado, la partitura, la fritanga y el manduqueo. Y otra cosa no había, salvo
el agua que tenían que ir a buscar.
De lo que no estoy nada seguro es de que ésta fuera la
fuente en la que bebí cuando escribí el poema que dejo a continuación, ya que
he conocido otros casos que, sin ser tan desaforados en la cantidad, sin duda
fueron más próximos a mi persona y, por lo tanto, mucho más llamativos y
escandalosos. Lo más probable es que pensara en todos ellos, porque, al final,
todos ellos cabían en la amorosa escenografía de mis pensamientos.
Un abrazo
Secuencias del amor
Sentí que el universo era muy grande
para tomármelo yo solo,
y entonces comprendí
que te necesitaba.
Algún tiempo después,
supe que, incluso para dos,
el tamaño del mundo era excesivo.
Y fuimos uno más, dos más, tres más…
¿Que cuántos? Muchos
De repente, la casa
era un ejército de enanos
que emergían de todas las esquinas
y abarrotaban los salones
los baños, los pasillos…
Ahora,
el universo es un enorme
tazón de desayuno
que la felicidad reparte en cucharadas...
Mariano Estrada www.mestrada.net
Paisajes Literarios
No hay comentarios:
Publicar un comentario