Buscar este blog

jueves, 17 de diciembre de 2020

La Navidad del recuerdo

 

Patio casa familiar, Muelas de los Caballeros, Zamora. Foto JMPiña
 

La Navidad del recuerdo

Para mí, las auténticas Navidades son las del recuerdo imborrable de la niñez: una casa cuya forma no han logrado cambiar las rehabilitaciones, una cocina caldeada por un fuego bajo de leña y por el profuso calor de una familia humilde, amante y numerosa; unos escaños oscuros de madera para sentarse al fuego; el hogar, donde se calentaban las palabras y la risa y la comida de la familia, incluidos los animales; la duermevela de los gatos en los entornos del resplandor de las llamaradas; las brasas rojizas y acogedoras en que éstas acababan convirtiéndose, la campana gigante que sujetaba el calor en sus paredes íntimas, el humo que ennegrecía las caramilleras y multiplicaba el hollín de la chimenea: la misma chimenea por la que años después se coló la Luna para encontrar una doliente soledad desperdigada.   
     Y los abuelos, con su cariño viejo y su memoria innumerable e imperecedera, con la magia atrayente de sus fábricas de aventuras y desventuras, de alegrías y miedos.
     Y los hermanos, vertebrados en el amor de tu corazón como si fueran carne propia, doliéndote sus dolores, iluminándote sus alegrías. Compartiendo los enfados y las carcajadas y los parchises y las fungas y las zambombas y las rayuelas... Compartiendo el patio y el amor y la calle y el cálido aliento de los perros.
     Y los padres.
     Unos padres cercanos, amorosos y protectores. Con su presencia sencilla, pero robusta, indisociable de la felicidad, y la ternura sólida de un amor tan grande que no se ha agotado en el tiempo ni caerá jamás en el olvido.

HÁLITOS

A María Vázquez

Hálitos llevo conmigo
de los jóvenes inviernos
que llenaban la cocina
de familia, de pucheros.

Hálitos llevo en la sangre,
en los ojos, en los huesos,
de la madre aquella mía
con el huso entre los dedos.

Hálitos tengo oprimidos
que me llevan a los pueblos,
donde ha habido tantos hombres
al calor de tantos fuegos.

Hálitos tengo, vaharadas,
de los gélidos inviernos
y de aquellos padres dulces
que son míos, que son buenos.

Mariano Estrada
Del libro Mitad de amor, dos cuartos de querencias (1984)

9 comentarios:

  1. Me conmueve ese recuerdo de la Navidad de la infancia, pues es la que yo he vivido. Ya sabes que versos de tu poema están bordados por mi hija y enmarcados en nuestra casa de Asturias.
    ¡Feliz la navidad de cada día!

    ResponderEliminar
  2. No solo lo sé, José Luis, sino que lo tengo grabado a fuego. De hecho, al releer el poema nuevamente, lo primero que me ha venido a las mientes es el bordado de tu hija. ¿Cómo lo podría olvidar?
    De las navidades de aquella época quedan muy pocas cosas:algo de la cena de Nochebuena y la ilusión de los niños. Este año tenemos la ocasión de ahondar en los sentimientos familiares. Un fuerte abrazo y feliz Navidad.

    ResponderEliminar
  3. A veces, al saber de seres que han resistido todos los avatares, guerras, penas, una piensa de dónde habrán sacado tanta fortaleza.
    Los chinos, que mucho saben de todo eso, del sobreponerse, tienen identificado en su medicina un pequeño hueco junto a la ingle al que denominan "la bolsita de la felicidad".
    Según ellos, ahí residen una especie de anticuerpos que se alimentan de los recuerdos felices, fieros guerreros que nos ayudan a sobreponernos de las enfermedades.

    Seguro que junto a ese fuego que cuentas, donde aun flotan los hálitos del amor más profundo, es donde se alimentaron tus guerreros y reposa tu fuerza.

    Deseándote lo mejor para ti y los tuyos,
    ¡Felices Navidades!

    ResponderEliminar
  4. Hola, Ana María:
    En una bolsita junto a la ingle o en un recoveco del cerebro, lo cierto es que los recuerdos de la niñez, que son los recuerdos de la felicidad, no solo constituyen un valladar contra las adversidades, sino que son un racimo de verdades consolidadas en las que se alimenta continuamente el espíritu.
    En los primeros años ochenta, reflexionando sobre este tema, dejé escrita esta frase: “Es un hecho notorio que la ilusión se agota en el decurso del tiempo, a medida que avanzamos hacia la muerte. Por eso volvemos siempre al pasado, a recrear las ilusiones perdidas. Pero el pasado es recuerdo y el recuerdo es infancia, sobre todo; es decir, aquello que el descrédito no se ha atrevido a tocar...”
    Los recuerdos de la niñez, cuando esta ha sido feliz, son indestructibles, porque: “Quien ha amado y ha sido amado de niño, vivirá siempre bajo la protección del amor”.
    Gracias por tu magnífico comentario. Que tengas unas felices fiestas de Navidad.
    Un fuerte abrazo

    ResponderEliminar
  5. Estoy leyendo estos escritos en una sobremesa de almuerzo, en voz alta, para que también los comparta mi esposo, Oscar. Ambos tenemos, por edad contemporánea a la tuya,evocaciones similares, dentro de otra geografía, en una estación opuesta a tus recuerdos, con Navidades en verano,pero con vivencias familiares amorosas , similares a las tuyas. Y con tu misma emoción,retrocedemos nuestros pensamientos a los años de niñez y juventud en nuestros respectivos hogares . Humildes, despojados de boatos materiales, pero plenos de amor y cariño de nuestra vida dulce, amorosa y tranquila. Sin fogones, pero sí con el calor familiar que llenaba nuestros respectivos hogares . Nuestro postre del almuerzo, y a dúo, fueron nuestra espontánea emoción y nuestras espontáneas lagrimas.
    Gracias Mariano ! Feliz Nochebuena y Navidad !!

    ResponderEliminar
  6. Hola, Victoria: hubiera sabido que eras tú aunque no me lo hubieras dicho. Son ya muchos comentarios los que has hecho a mis escritos y algo sé de tu pensamiento y de tu estilo.
    Este comentario de hoy es un hermoso colofón a mi post. Me alegra saber que hay personas geográficamente tan lejanas que tienen los mismos sentimientos que yo, no solo en este asunto de las navidades que vivimos de niños, sino también en otras cuestiones vitales sobre las que hemos hablado en otros momentos. Me alegra ese postre de emoción y lágrimas que tu esposo y tú habéis tomado juntos. Es como si yo lo hubiera tomado también con vosotros. Un abrazo para los dos con todo el cariño del mundo. Que tengáis unas felices fiestas de Navidad, y especialmente una feliz noche de Nochebuena.

    ResponderEliminar
  7. Compartir los trozos de tu cazuela, y más en Navidad, es como compartir la ternura, el buen corazón, el cariño y las Buenas Cosas. Y ADEMÁS GRATIS.
    Gracias Mariano por la belleza que no solo está en las rosas

    ResponderEliminar
  8. Gracias, Unknown. Los trozos de esa cazuela compartida entroncan muy bien con aquellos días de Navidad en los que nos desbordaba la ternura, el cariño y los buenos deseos. Que tengas unas felices fiestas. Un fuerte abrazo

    ResponderEliminar