Colaga que une la C/ Astorga con la carretera, agosto 2019
¡Ver nota al final de este texto!
¡Ver nota al final de este texto!
La colaga
En la
comarca de la Carballeda zamorana y, concretamente, en el ilustre pueblo de
Muelas de los Caballeros, una colaga es una suerte de calle muy estrecha que
normalmente se utiliza para el tránsito de personas, aunque algunas admiten el
paso de animales que no sean de tamaños pantagruélicos o mesopotámicos y
siempre que circulen de uno en uno, es decir, en ordenada fila india. De hecho,
el límite lo ponen las vacas y, si son colaguillas, los terneros.
No obstante,
hay colagas de muy distintas anchuras. Algunas tienen dos metros generosos y
otras no llegan a uno. Evidentemente, al tratarse de calles subsidiarias, sus
noches están faltas de luz, salvando la que, por una gracia del cielo, aporta
abiertamente la luna.
La colaga
referida en el poema es de las anchas, pero dado que el tráfico regular se
encarrila tan sólo por su centro y que las orillas no se limpian ni siquiera
para la improbable visita del rey, éstas suelen estar atiborradas de yerbajos y
de matas de fácil crecimiento, entre los que destaca ostensiblemente la zarza,
o sea el espino.
-Y dime,
Mariano, ¿era necesaria esta lujosa profusión de detalles? ¿No bastaba decir
que una colaga es simplemente una callejuela?
-Necesaria o
no, el caso es que la palabra “colaga” no viene en el diccionario de la RAE
y tampoco en los diccionarios de uso del idioma, como el María Moliner. Y
aunque el poema se entiende sin tanta explicación ni tanto rollo bendito, a mí
me pone triste que las palabras se pierdan. Y mucho más que, siendo tan
hermosas, tan inocentes y tan puras, algunos señoritos desaprensivos, con
evidente abuso de autoridad y sin juicio justo, las tilden públicamente
de perdidas.
No hay perdón de Dios.
Nota de agosto de 2019
Dejo aquí una foto de la colaga en la que pensé cuando escribí el poema. Lo que pasa es que, para sorpresa de mis ojos, la colaga está limpia de polvo y paja, es decir, de espinos, ortigas y otros yerbajos que solía haber arrimados a las paredes. Sin esta pequeña explicación, tal vez no se entendiera bien el poema porque...¿dónde están los espinos que se cogían a la falda de la niña en aquel precipitado regreso nocturno a casa?
Nota de agosto de 2019
Dejo aquí una foto de la colaga en la que pensé cuando escribí el poema. Lo que pasa es que, para sorpresa de mis ojos, la colaga está limpia de polvo y paja, es decir, de espinos, ortigas y otros yerbajos que solía haber arrimados a las paredes. Sin esta pequeña explicación, tal vez no se entendiera bien el poema porque...¿dónde están los espinos que se cogían a la falda de la niña en aquel precipitado regreso nocturno a casa?
La colaga
La niña va por el miedo
de la colaga.
La noche es sombra.
La luna es vaga.
La brisa mueve en los chopos
Un pulpo de ramas largas.
La niña va por sus tiemblos
de rosa y malva.
Los dedos de los espinos
se van cogiendo a su falda.
La ranas croan.
Los grillos cantan.
El pueblo duerme en sus gentes
un sueño hacia la alborada.
Y sola, sola, la niña
que vuelve a casa.
Un qué la asusta.
Un qué la espanta.
Un qué le sube
por la garganta.
Sus ojos, que miran fijos,
se le hacen aguas.
¿Quién es el que anda?
Una luciérnaga acaso,
un gato, alguna alimaña...
Corre que corre, la niña.
La niña corre y resbala.
Nadie la sigue.
Nadie o... la nada.
El corazón le palpita,
le trota el alma.
Huye que huye, al galope,
la niña de los fantasmas.
Llega a la casa.
Su padre espera a la puerta
con una vara.
Él se la enseña.
Ella le abraza.
¡Qué miedo, padre, qué miedo
por la colaga!
Del libro Tierra conmovida (1987)
Mariano Estrada. Paisajes Literarios
Colaga que
une la Ermita con el Cheriz. Muelas de los Caballeros, Zamora
No hay comentarios:
Publicar un comentario