Quintanilla, La Carballeda, Zamora. Foto JM Piña
Los otoños de la Carballeda zamorana siempre me sugieren la palabra esplendor, sin que nada pueda hacer para evitarlo. A su vez, la palabra Esplendor, aposentada en lo concreto, me lleva a una figura inasible en el lejano camino de Galta, Rajastán, donde Octavio Paz erigió un poema de ruinas y de manchas y de filología, cuyo nombre es El Mono Gramático y cuya forma es un libro; pero también me transporta, y créanme que ignoro las razones, al ya lejano Esplendor en la Hierba, título de una película con guión de William Inge que, sin querer, me acerca mucho a Whitman, el maestro, y éste a la Estatua de la Libertad, y también a unas hojas rebeldes/revolucionarias que, terca y lentamente, se tiñen de colores otoñales y me llevan de nuevo al esplendor.
Y entonces me pregunto si estoy condenado a repetirme, pero concluyo que no, porque esta vez el otoño no me conduce solamente al lirismo que emana de las hojas esplendorosas de la Carballeda zamorana, con las que mi ombligo se comunica, sino también a los círculos nietzscheanos del eterno retorno, que otros creen espirales sin término y sin vuelta. Aunque esto no encaja demasiado con los secretos a voces del lenguaje, en cuyos labios, de una forma o de otra, todo parece que vuelve: uno por sus fueros, otro por donde solía, otro a tus brazos otra vez, algunos a casa por Navidad... De hecho, toda rectificación suele ser una “vuelta a empezar”. Y toda insistencia en el error es una “vuelta la burra al trigo”. No obstante, el hecho de volver a empezar, que implica seguir una pauta, tener un desarrollo, ¿requiere una identidad real con el pasado, con lo pasado, o sugiere solamente un camino de aproximación, concomitante, paralelo? Con respecto al punto inicial, del que se parte, al que se vuelve, ¿es realmente el mismo cada vez o es esencialmente otro? La vuelta a los orígenes, pongamos por caso, es una vuelta simbólica, porque, ¿cómo volver materialmente a la cuna, a la niñez, al útero? En cuanto al regreso al territorio o a la patria...
Se vuelve, sí, pero, ¿cómo volver al mismo sitio si uno no es el que fue y la patria es completamente distinta?
Vuelta. Título que insiste en remitirme a Octavio Paz, apoyando, tal vez, la referida teoría de las espirales, que asegura que no hay repeticiones, sino giros en planos superpuestos...
Huelga decir que El Mono Gramático y Vuelta quedan en planos superpuestos, a pesar de que no falta quien dice -y Borges no es el único- que, por prolífico que sea un escritor, en realidad no hace otra cosa que escribir el mismo libro durante toda su vida.
Mariano Estrada
De Aguablanca, caminos de ida y vuelta, recogido en el libro Los territorios de la inocencia (2014)
Vientos de otoño
Cuando las hojas, maduras,
se dan al dios otoñal,
cuando los vientos le dictan
al árbol su soledad…
Le busco al alma un refugio
para ponerla a invernar,
y de las ramas de un árbol
le pongo leña al hogar.
Así me paso el otoño,
oyendo al viento silbar,
desnudo, como ese árbol
que me he atrevido a quemar.
El frío dios del otoño
nos ha azotado a la par:
a mí con melancolías,
al árbol con huracán.
Y viendo cómo las ramas
se acaban de desnudar,
mi corazón se desnuda
para ponerse a pensar
¿Por qué se alejan los sueños
y queda la soledad?
¿Por qué se agostan las hojas?
¿Adónde irán a parar?
Entonces miro hacia adentro
y se me ocurre al mirar
que el árbol es como el hombre,
la misma su soledad.
Que el corazón en otoño
es rama que han de dejar
las hojas, que son los sueños
y con el viento se van.
Mariano Estrada. Del libro Vientos de soledad (1984)
Aquí poeta , dejando huella...
ResponderEliminarY sí... El árbol es como el hombre... Pero nunca hay que dejar de soÑar...
Un abrazoTE.
Por supuesto, Ángela: no hay que dejar de soñar. El sueño de los árboles sería llegar hasta el cielo, supongo. El de los hombres fue llegar a la Luna. Ahora toca Marte... luego miércole, jueve y vierne.
ResponderEliminarMe doy por abrazado. Y correspondo al abrazo, naturalvientre.
Jajaja
ResponderEliminarJajajajaj
Jajajajaj
Naturalvientre que lo recibo!
Quiero escribir más jajaj
ResponderEliminarPero no me atrevo naturalvientre como comprenderas
Poeta y Ciserone
Ayy
Nuclearvientre abrazado
QUE BIEN SUENA ESTO ANGELITA.EL VIENTRE FECUNDO DIRÍA YO.
EliminarDos comentarios iguales entre sí hacen un solo comentario, lógicavientre. He borrado uno de ellos.
ResponderEliminarUn abrazo clonado.
Hojas lentas de OtoÑo....
ResponderEliminarEnséñame! que es soñar? si con el éxtasis de la maravilla diaria vivo el ahora, sin soñar lo que no está! desde la villa de Merlo San Luis Argentina
ResponderEliminarHola, Paloma: este comentario no lo había visto hasta ahora. No sé si se puede vivir siempre en el éxtasis de la maravilla diaria. Tal vez algunas veces se necesita soñar. Un abrazo desde el Mediterráneo
EliminarHermoso poema, "Vientos del otoño". Es mi estación preferida, junto con la primavera; pero el otoño es, más especial; esos colores amarillos, ocres y rojizos; son como magicos. Muy bien los plasmado en tus versos, Mariano.¡Felicitaciones amigo!.
ResponderEliminarHola, Norma, tenemos las mismas preferencias en lo que respecta a las estaciones del año. Me alegra que te guste el poema. Un abrazo
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