Paisaje de almendros y de olivos, Relleu, Alicante. Foto M. Estrada
Es verdad que los niños
tendemos a creer
que todo es para siempre.
Por eso yo creía que los árboles
eran eternos, como las montañas,
pero he visto que no, que los mayores
despliegan mucho ingenio
para que todo se complique,
e incluso se confunda,
causando muchos males a la naturaleza.
Fragmento del poema “Visión de la naturaleza”
Mixtura de paisajes
1.- Si aceptamos que el territorio no es solamente una suma de
espacios más o menos productivos al servicio de las necesidades biológicas de
los humanos, sino también un conjunto de lugares añadidos o superpuestos que,
al margen de la productividad, son imprescindibles para la oxigenación del
espíritu, entonces llegaremos a la conclusión de que el paisaje es
absolutamente esencial para la supervivencia del hombre, trascendiendo el
interés particular y siendo, por tanto, lo que ya nos parecía que era con
anterioridad a este breve análisis: un bien sencillamente común. Desde esta
perspectiva, el paisaje no sólo es merecedor de respeto, sino que todo atentado
contra el mismo debe ser considerado como un delito contra la humanidad.
2,- Si mi cuerpo es de tierra suspirada, cuyo alimento es un
agua de frío manantial, ¿qué vegetación va a cubrirme si no es de brezo y de
roble? ¿Qué sombra he de sufrir si no es víbora o lobo?
3.- En las breves líneas que ilustran la solapa de mi último
libro publicado, “Azumbres de la noche”, manifiesto “que fue escrito donde
tiene su aposento la luz, entre las brisas salobres de este undoso Mar llamado
Mediterráneo”. Lo que entonces no sabía es que el mediterráneo lo llevaba yo
dentro, al menos en alguna de sus formas o interpretaciones. Lo supe al esbozar
otro libro en el que, aparte de la luz o el mar, tan tópicos como ineludibles,
se deja ver el paisaje: ése que yo he aprendido a amar en los 21 últimos años
de mi vida: pinos y palmeras, hortales y collados, regatones, trochas,
cambroneras... Y especialmente el almendro, con su tronco de vieja soledad, con
su flor de luna.
4.- Almendros y robles:
Hay muchos paisajes que me conmueven, pero tengo la fortuna de
conocer profundamente –y conocer es
amar, en este caso- al menos dos de ellos: uno que estaría representado por el
almendro y otro que lo estaría por el roble.
Y entre estos dos azúcares de amor, yo, amante pródigo,
confieso que un paisaje de almendros -especialmente en un lugar adecuado, como
lo son ciertos valles de la Marina (Alicante)-, es de tal belleza que a mí me
arrastra a las fimbrias nebulosas de la realidad o íntima frontera del ensueño.
Es decir, me deja boquiabierto, desverbado, humildemente desnudo.
Ni que decir tiene que
el paisaje de mi niñez, tan otro, tan distinto, queda preservado amorosamente
en los claros sin tacha de mi alma. Frente a él, y a pesar de tan honda
caladura, el mediterráneo es un beso reciente. No se excluyen, no obstante;
quizás se complementan; los dos habitan en mí de una forma civilizada y
enriquecedora. Eso sí, me duelen ambos porque ambos corren peligro: uno por
obligadas incurias, otro por excesivos hormigones.
5.- Hoy sé que el paisaje es una forma visible de la eternidad,
pero no hay garantías de que la eternidad tenga siempre un paisaje atractivo y
admirable. Al contrario, puede llegar a ser realmente horroroso ¿Vamos a
permitirlo sin más? ¿Dejaremos que comercien con él los especuladores? ¿Vamos a
legar al futuro una eternidad cada vez más corrompida y devaluada?
06.- La vista tolera muy mal los plásticos abandonados a su
suerte, tanto los que caen al mar como los que ruedan con impúdica libertad por
algunos parajes de la tierra, sean montes, valles, ríos o llanuras. En ese
sentido, tal vez el plástico sea el mayor símbolo de la malsana enfermedad de
nuestra civilización.
07.- La fotografía, la poesía, la pintura… son formas de
manifestarse el espíritu a las que damos el nombre de arte. Los resultados de
dichas manifestaciones, en mayor o menor medida, se aproximan a la realidad que representan y
a menudo son muy hermosas, pero nunca tan hermosas como la realidad misma, ya
que no pueden incorporar el olor, por ejemplo. Y el olor también es paisaje.
08.- Desde este día hermoso que me ha ofrecido la lluvia, frente al mar, convertido en materia de dolor y de paisaje, me ofrezco a todos aquellos que repudian la contaminación y el exterminio -de quienes reclamo una reciprocidad desinteresada-, y propongo para los violadores de la naturaleza un castigo ejemplar consistente en la amputación de sus órganos. Y conste que me refiero a su poder, jamás a sus pingajos de respetable biología.
Mariano Estrada www.mestrada.net Paisajes Literarios
Paisaje de robles, montes de Velilla, Muelas de los Caballeros, Zamora. Foto JM. Piña
Parque Natural Fragas do Eume: fuego provocado con voluntad y alevosía. Alguien tiene que dimitir, alguien tiene que pagar, alguien tiene que ir a la cárcel ¿Para qué queremos gobiernos, guardabosques, policías y justicias, si cualquier listillo, lunático o descerebrado puede cometer una salvajada como ésta sin ser inmediatamente descubierto y sometido a los rigores de la ley? Señores mandatarios: se trata de un delito de lesa naturaleza… (Mariano Estrada)
ResponderEliminarHola Mariano !
ResponderEliminarVarias cosas por decir de mi parte.
Para empezar, excelentes las fotos de esta página.
Con respecto a tu acentuada admiración por los robles y los almendros,lo mismo me pasa a mí con los algarrobos y los quebrachos colorados de mi tierra chaqueña de nacimiento y crianza,zona bastante árida si la hay,pero con la contracara noble de permitir el desarrollo de esos dos portentos que nos da la naturaleza.Claro que, como en tu queja, también la desaprensiva devastación no controlada de esas especies,está haciendo estragos en los montes chaqueños.
Ni qué decir del Palo santo, madera exquisita si la hay, que prácticamente hoy sólo queda como recuerdo el nombre de lo que algún día fue.
Desde nuestro lugar nos cabe- pareciera- viajar con la memoria al pasado y retrotraernos a aquellas frondas que nuestros nietos quizá sólo lleguen a conocer por figuritas.
Te mando un gran abrazo y me uno a todos tus reclamos en los que coincidimos.
Victoria
Hola, Victoria:
ResponderEliminarLos algarrobos son también de esta tierra, que los tiene muy hermosos. Y también me gustan mucho. En realidad me gustan todos los árboles. Lo que pasa es que el roble es el representante de todos los que existen en mi tierra de nacimiento, donde conviven chopos, álamos, castaños, pinos, fresnos, humeros... y el almendro lo es de la tierra en la que vivo, donde hay naranjos, limoneros, olivos, pinos, algarrobos...
Lástima que el Palo santo se haya extinguido, según dices.
Con tantos incendios y tantas talas, ya veremos lo que nos queda a la vuelta de 50 años. Hay demasiados intereses en juego. Pero sin árboles no hay vida.
Un abrazo
¿Y dice usted que las despensas de España están vacías? Entonces habría que sacrificar a algunos cerdos… (Mariano Estrada)
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