Puerto de Villajoyosa. Foto M. Estrada
El ancla
Porque el aire es un musgo de silencios,
yo respiro la mar, tal vez la vida.
Mis venas precipitan en la noche
un incendio de sales:
Vapores, cálidas rompientes,
gollizas de coral, espumas,
arrecifes, alfaques, rizos de alga…
(Efluvios, vahos,
aceites lubricantes y salivas,
humedades del sexo… Tributarias
esencias del amor, o el mar,
que es agua y sangre y, en el fondo, tierra)
Así, ardiente y vivo,
he ascendido al olor de la marisma,
al estruendo feroz de los acantilados
o al trasiego del barco en la bocana,
que es, al cabo, la génesis.
He ascendido a la voz de las sirenas,
al ónfalo marino o al secreto
fuego de las profundidades.
He ascendido a las olas tormentosas
o bronco pleamar, donde el diluvio
vacía su atanor
en esplendores de agua.
Ahí,
en esa altura exacta o ese abrazo
mi sangre se atempera;
se atempera la mar, tal vez la vida.
Como un desgarro brusco del deseo
percibo un empujón de lasitud, un golpe
dulce que ahuyenta las mareas.
Huele a lonja y a paz
y a maderamen viejo.
¿Qué importa que el ancla se deslice,
con sus lastres de plomo,
hacia el vaso profundo de la muerte?
Del libro “Desde la flor del almendro”
Mariano Estrada www.mestrada.net
Paisajes Literarios
Puerto de Villajoyosa. Foto M. Estrada
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