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martes, 19 de junio de 2012

Saramago: el hombre íntegro


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 Foto tomada de internet sin ánimo de lucro


Ayer se cumplieron dos años de la muerte de José Saramago.  Cuelgo aquí este artículo que entonces le dediqué y que creo que sigue vigente.


Saramago: el hombre íntegro

Confieso que José Saramago, con quien he compartido y comparto muchas ideas y sentimientos, no ha sido para mí una referencia literaria, como en su día fue Fernando Pessoa. Es verdad que es autor de un libro generalmente aplaudido (y a pesar de ello excelente), llamado “La balsa de piedra”, por el que ya tendría derecho a un pequeño rincón en el Parnaso. En dicho libro relata un hipotético desgajamiento de la Península Ibérica del continente europeo y su consiguiente deslizamiento hacia el rojo de nuestra América del Sur, con el anecdótico peligro de llevarse por delante a las Azores. A partir de esa idea brillante, expone y desarrolla una metáfora sencilla, pero mágica y luminosa.

Luego vino una sucesión amplia de títulos, de los que yo sólo podría hablar de unos pocos, naturalmente. Por ejemplo: de “Todos los nombres” (1997), libro que leí con mucho gusto, o de “El Hombre Duplicado” (2003), que me pareció una especie de fraude. Tanto es así que ya no recuerdo nada de las peripecias de aquel profesor. Desde entonces, estuve mucho tiempo sin prestar atención a los libros de este portugués universal que, como consecuencia de la prohibición en su tierra de “El Evangelio según Jesucristo” (1991), -que le llevó en volandas a la fama-, había venido a residir en Lanzarote, donde ha estado hasta el fin de sus días acompañado por su mujer y donde ha tenido una prolífica vida literaria.

En 1998 recibió el espaldarazo del Nóbel de Literatura por su libro “Ensayo sobre la ceguera” (1995) y, a partir de ese momento, se desató en el mundo una gran parafernalia de admiraciones, adulaciones, manifestaciones públicas, apoyos ideológicos, rechazos viscerales, críticas acerbas y viperinas, así como toda suerte de   entrevistas, conferencias, ensayos,  artículos…(Un aspecto negativo del mayor premio literario del mundo, es que, a raíz de obtenerlo, el autor -y no me refiero a Saramago, sino a cualquiera- desplaza un tanto a su obra para convertirse en personaje de sus lectores y, en general,  del mundo de la comunicación).

Pero más allá del ámbito estrictamente literario, del que, no obstante,  él no se quería diferenciar, Saramago me ha parecido siempre un gran hombre, aunque esto, así dicho, suene mucho a tópico ¿Y por qué me ha parecido un gran hombre? Fundamentalmente, por la concordancia entre sus dichos y sus hechos. Es decir, por su integridad como persona. Y ello aunque estuviera equivocado en sus creencias, como algunos aventuran. Por cierto, los que eso dicen, ¿tienen la patente sobre la verdad? ¿Por qué saben que estaba equivocado? ¿Quién se atreve a asegurar que un hombre ha vivido o vive equivocado cuando no ha hecho otra cosa en la vida que ser fiel a sí mismo y a sus ideas? ¿No hacen otros igual, aunque sea en sentido contrario o divergente? Yo tiendo a creer que todos nos equivocamos a menudo y todos acertamos a veces, dependiendo de los casos y de las cosas y de las circunstancias. Nada más inhumano que la infalibilidad que le atribuyen al Obispo de Roma, cuando habla “ex cátedra”.

Desde estas breves líneas, y con motivo de su muerte, yo le quiero desear un buen viaje hacia lo inescrutable, donde sin duda se verá liberado del peso de ser alguien en este mundo nuestro, lleno de aciertos y de errores, de injusticias, de miserias y de belleza, que es donde realmente tiene asegurada la memoria por muchísimos años ¿Por toda la eternidad?  Especialmente en España y Portugal, los países para los que él soñó una convergencia telúrica con el Sur, los países que tal vez un día debieran ser uno sólo.

Requiescat in pace.


La inexorable

Viene con lentitud,
casi con parsimonia,
pero, como ave de rapiña
que no suelta la presa,
va minando el impulso
de nuestra sangre, socavando
la firmeza del corazón
y restándole bríos
al indómito potro del espíritu.

Nadie la invita, ella sola
se mete por las grietas insondables
de la fontanería corporal
y, lentamente, va quemando astillas
del poblado almacén de las neuronas.

Y de la piel, que se resiente,
y de la carne, que se humilla,
y de todas aquellas ilusiones
de la ardorosa juventud
que, resignadas, buscan junto al fuego
un tranquilo rincón para dormir.

Del libro “Gotas de hielo”

Mariano Estrada www.mestrada.net Paisajes Literarios

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