Foto tomada de internet sin ánimo de lucro
Logros
El poema que dejo hoy aquí
fue escrito a finales del año 2001, cuando todos los indicadores económicos
apuntalaban el desbordado optimismo de la sociedad occidental, que veía
circular alegremente el dinero. En nuestra pequeña parcela, el Gobierno de
Aznar seguía diciendo que España iba bien. Y, efectivamente, España, espoleada por
las subvenciones de la Comunidad Económica Europea, había empezado a poblarse de molinos eólicos, esos que ahora forman parte indisociable
del paisaje nacional. Paralelamente, en las oficinas de la especulación, que se
multiplicaron como las ratas en las alcantarillas de las grandes ciudades, se
estaban sentando las bases de la impresionante burbuja inmobiliaria que, al
rebufo de la financiera –procedente de EE.UU y originada en las hipotecas subprime-,
nos explotaría después en las manos,
cosa que ocurrió en el año 2007, si bien sus primeros efectos empezaron a percibirse por los incrédulos cuando
el 2008 ya estaba avanzado.
Mariano Estrada, 20 de Mayo de
2012
La nota que dejo a
continuación fue escrita en el año 2005, con motivo de la publicación del poema
en alguna página digital.
Decía así:
Negar
que sociedad occidental ha generado numerosos avances, entendiendo el avance
como un bien, es tanto como negar el espectacular incremento en la esperanza de
vida. Por lo tanto, los que de alguna forma ejercemos en ella un papel crítico,
lo que pretendemos en realidad, además de desenmascarar a los pescadores a río
revuelto, es que se corrijan los errores, que son claros y muchos. Y no me
refiero solamente a los efectos secundarios, ahora llamados colaterales, sino a
todas las iniciativas que, con la disculpa de un progreso engañoso,
generan indignidad, además de injusticia y de miseria. El punto en el que
estamos de este ya largo camino, no permite aventuras ni frivolidades, sólo hay
que echar un vistazo a los mordiscos propiciados a la naturaleza en lugares que
son determinantes para nuestro futuro.
Un
avance en la mala dirección puede ser un paso hacia la pesadilla.
Mariano
Estrada,18 de mayo de 2005
Logros
Yo podría cantar, honestamente,
los logros innegables
de esta máquina civilizadora,
y al tiempo agradecer a algunos hombres
su sacrificio mal pagado,
incluso si, al final de su agitada
vicisitud, el fuego
de una falla nos destruyera.
Podría asegurar, sin duda,
que muchos de esos logros
no sólo no degradan el complejo mundano,
sino que vienen a poner
en sus terrazas
una guinda de perfección.
Pero ¿qué? Ese gran emporio
-llamado civilización
occidental y, desde luego,
sobrado de panegiristas-
no me impide pensar en sus escorias
de indignidad y de amargura.
Porque la luz se apaga y hay dolor.
Porque la lluvia quema
-con lenguas de acidez y de ignominia-
los principios elementales
de la fecundidad y la esperanza.
Porque los peces mueren,
con la excepción gloriosa de los gordos.
Porque el hambre contrasta en demasía
con los fastos de la celebración,
y los huesos del desamparo
con las interminables
salazones de la victoria.
Yo podría cantar el Aleluya
magnánimo de Haendel,
si la resurrección se concretara
en el desprendimiento
y éste se levantara entre los hombres
como sello de dignidad.
Pero ved, la miseria no tiene catedrales.
Yo podría cantar, honestamente,
los logros innegables
de esta máquina civilizadora,
y al tiempo agradecer a algunos hombres
su sacrificio mal pagado,
incluso si, al final de su agitada
vicisitud, el fuego
de una falla nos destruyera.
Podría asegurar, sin duda,
que muchos de esos logros
no sólo no degradan el complejo mundano,
sino que vienen a poner
en sus terrazas
una guinda de perfección.
Pero ¿qué? Ese gran emporio
-llamado civilización
occidental y, desde luego,
sobrado de panegiristas-
no me impide pensar en sus escorias
de indignidad y de amargura.
Porque la luz se apaga y hay dolor.
Porque la lluvia quema
-con lenguas de acidez y de ignominia-
los principios elementales
de la fecundidad y la esperanza.
Porque los peces mueren,
con la excepción gloriosa de los gordos.
Porque el hambre contrasta en demasía
con los fastos de la celebración,
y los huesos del desamparo
con las interminables
salazones de la victoria.
Yo podría cantar el Aleluya
magnánimo de Haendel,
si la resurrección se concretara
en el desprendimiento
y éste se levantara entre los hombres
como sello de dignidad.
Pero ved, la miseria no tiene catedrales.
Mariano Estrada. Del libro A este lado del
paraíso (2001)
Queda un poco de esperanza a pesar de todo??
ResponderEliminarHola, Helena: Al final de todo escepticismo está la esperanza... O el absurdo. Un abrazo
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